Arriesgarse a vivir

Llevo un tiempo con una melodía triste sonando en mi cabeza. No me imposibilita seguir con mi vida habitual, pero sí le quita algo de brillo y alegría. Lo achaco a varias experiencias vitales duras. En noviembre falleció una grandísima amiga, de esas que dejan un hueco imposible de llenar. Hace unos días hemos asistido al funeral de una conocida, dos años mayor que yo, que había recaído de un cáncer que sufrió hace años. Recientemente hemos estado visitando a otro amigo que tiene un tumor de estómago. Asimismo, hemos ido a ver a un conocido, también dos años mayor que yo, a quien le han operado del corazón y, como está solo, probablemente se tendrá que quedar a vivir en la residencia de personas mayores en la que ha ingresado y donde es el ‘niño’. Ver de cara la enfermedad y la muerte te enfrenta a tu propia fragilidad y vulnerabilidad. Y eso impresiona… Más cuando te haces consciente de que, con suerte, has superado los dos tercios de tu vida y ya estás en primera fila. Tus mayores, y algunos de tus coetáneos, se han ido y quedas tú… Que, además, empiezas a tener achaques, dolores que no desaparecen, la energía mermada, la paciencia también, etc.

En el ámbito profesional, hace muchos años que tengo claro que mi profesión es mi vocación, que me apasiona la docencia, que disfruto de lo que hago, que no me dedicaría a otra cosa. Sin embargo, y esto es algo que he comentado con algunas compañeras y -sobre todo- amigas, de hace un tiempo a esta parte nos cuesta más, no sé si conectar o conseguir transmitir nuestras materias al alumnado. La irrupción de la Inteligencia Artificial, las redes sociales, la “cultura del twitter” (parece que el alumnado no es capaz de leer nada que supere los 140 caracteres)… hacen que, en ocasiones, nos sintamos impostoras… ¡A estas alturas de la película! Afortunadamente, siempre hay grupos y personas concretas que te hacen reconciliarte con la juventud y no perder la esperanza, que te recuerdan que lo importante es tratar de dejar una huella bonita de tu paso por esta vida.

Si hay una melodía que quiero grabarme a fuego es la del estribillo de una canción de Rozalén con Estopa, Vivir, que me encanta porque me levanta el ánimo y me conecta con lo importante:

“Y si me levanto y miro al cielo

Doy las gracias y mi tiempo

lo dedico a quien yo quiero

Lo que no me aporte… lejos

Si alguien detiene mis pies

Aprenderé a volar”

¡Hoy decido arriesgarme y vivir a pleno corazón!

Referencias

Arantza Echaniz Barrondo

Nací en Bilbao el 7 de julio de 1968. Madre de dos bendiciones: Xabier (1998) y Ander (2000). Doctora en empresariales por la ESTE. Orgullosamente profesora de ética de la Universidad de Deusto. Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor. Firme convencida de que “Querer es poder… Creer es crear”. Una de mis mayores aficiones es ‘bloggera’ (http://echanizbarrondo.blogspot.com.es/).

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Arantza Echaniz Barrondo

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