empieza una semana nueva en este ejercicio del proceso de la presencia, ya es la quinta, y comienzo leyendo esta afirmación que me va a acompañar esta semana, me abrazo compasivamente a mi inocencia, y el texto que la acompaña,
Latente en el interior de todos los seres humanos se encuentra la trinidad del padre (la dirección), la madre (la nutrición) y el hijo (la inocencia, la alegría y la creatividad). Esta trinidad se activa cuando nos marcamos la intención de restablecer la relación de nuestro yo infantil, lo cual nos proporciona la oportunidad de recordar cómo darnos activamente el amor incondicional que pedíamos cuando éramos niños, pero no recibimos. La intención de restablecer una relación amorosa con nuestro yo infantil pone en marcha un proceso que nos permite convertirnos en nuestro propio progenitor, y la conexión con nuestro yo infantil nos adentra en un sendero en el cual uno se nutre a sí mismo, un sendero que está pavimentado con la compasión. Esta vía nos invita a superar los problemas que, inconscientemente, tenemos con nuestros padres, llevándonos a un lugar donde únicamente el perdón nos acoge. Todos los esfuerzos que hagamos por restablecer la relación amorosa con nuestro propio yo infantil serán recompensados con una sensación cada vez más profunda de conciencia del instante presente.
y sigo leyendo este texto que me re-conecta con la trinidad que vive en todas nosotras, con nuestro niño natural, con nuestra inocencia como forma de re-conexión, de volver a estar aquí y ahora, en esta semana a punto de comenzar.
copio este fragmento de la quinta sesión de el proceso de la presencia, de Michael Brown, una propuesta de sanación que no sé muy bien por qué asocio con un curso de milagros, tal vez por párrafos como éste,
Este sendero nos hace ver que los desequilibrios que sentimos hoy, sean físicos, mentales o emocionales, no tienen nada que ver con nuestra vida adulta presente, sino que, simplemente, se reflejan en ella. Este sendero nos muestra que todas nuestras experiencias de desequilibrio se iniciaron con situaciones que vivimos antes de que cumpliéramos los 7 años de edad. De ahí que una de las más importantes revelaciones que podemos llegar a tener en este punto es que:
No es nuestra experiencia adulta la que precisa sanar, sino nuestra infancia.
y me sonrío al releer la primera frase de esta semana, la trinidad del padre (la dirección), la madre (la nutrición) y el hijo (la inocencia, la alegría y la creatividad), y me pregunto a qué me recordará a mí esto…
sí, ya sé, contacto con este puente que trazamos por medio de el 3ple camino entre las personas, los grupos y las organizaciones, con 3 conjuntos de capacidades que quedan representadas por 3 palabras,
curiosidad – empatía – coraje,
3 características que están relacionadas con 3 ámbitos de desarrollo personal, y por lo tanto del desarrollo de los grupos de los que formamos parte, y de las organizaciones a las que damos vida, ya que
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