Por Javier Riaño
Una anécdota ¿Realidad o ficción?
“Acabo de finalizar un proyecto. Es algo importante para mí, le he dedicado muchas horas de investigación, ideas, desarrollos, prototipos y borradores, reuniones, lectura, alegrías y tristezas, momentos de euforia y desamparo, … Incluso he hipotecado parte de mi vida familiar en él. Me veo reflejado. A veces, más que un proyecto empresarial, veo en él los trazos de una autobiografía. Se lo entrego a mi responsable previa presentación “ppt.” No ha quedado mal. He jugado bien con las transparencias. Han sido claras, sencillas, motivadoras… Ahora le toca a él. ¿Qué opina? ¿Le gusta? ¿Es viable? ¿Moverá ficha? Y de repente algo falla, se hace el vacío, el silencio ocupa el espacio, después de la presentación viene la nada… Mi autoestima se resiente. Me siento airado ¿Me habré dejado algo? ¿No le interesa? ¿Qué ocurre?
Vuelvo al despacho despechado, lamiéndome las heridas, a la espera de que llegue el motorista portador de malas noticias o –mejor aún- a desplegar mi pequeña venganza en forma de “apatía”
Una interpretación ¿Adecuada o inadecuada?
No creo que se trate de una generalización inadecuada como diría Beck del pensador depresivo, ni de una atribución de causalidad externa, global y estable, generadora de la melancolía de “Calimero”, como diría Seligman. Tampoco es una evidencia (contra el pensamiento de Watzlavick) de la posibilidad de no comunicar. Más bien estoy convencido de que todas las personas que participamos en la vida de las organizaciones –respetando ciertas variaciones en cuanto a la intensidad del feed-back– nos hemos encontrado con situaciones como la que acabo de describir.
En mi opinión esta anécdota evidencia la relevancia del feed-back en las empresas, en las organizaciones, en nuestra vida diaria. Diría más: creo que dar y recibir feed-back son comportamientos cuya importancia es inversamente proporcional a la relevancia que nuestras organizaciones les otorgan, a los tiempos y esfuerzos que dedicamos a su cultivo. Más aún: es una habilidad clave, soportada en el constructo de Inteligencia Emocional, básica para la sociedad y economía del conocimiento.
Una definición
Pocos factores inciden tan decisivamente en el buen funcionamiento empresarial como el feed-back. Pero ¿Qué es el feed-back?
Si nos ponemos académicos tendremos que reconocer que se trata de un anglicismo, que el término que habitualmente empleamos en su traducción (retroalimentación) no existe según la Real Academia de la Lengua y que –por lo tanto- no empezamos bien. Salvando estas distancias podríamos tomar prestado de la cibernética su definición: Es un proceso por el que una cierta proporción de la señal de salida de un sistema se redirige de nuevo a la entrada. Es un principio determinante y directivo, en la naturaleza o en las creaciones humanas. Nos trae la idea de circularidad, de interacción, de bidireccionalidad. El feed-back es pues un mecanismo que conduce a la regulación de un sistema.
En las organizaciones, la práctica de dar y recibir feed-back es clave para el desempeño individual y colectivo, para la emocionalidad del grupo, la calidad de la comunicación, el clima laboral, la confianza, … La propia capacidad de aprendizaje e innovación están condicionadas por la calidad del feed-back.
Podremos convenir –por tanto- que pocos factores inciden tan decisivamente en el buen funcionamiento empresarial como el feed-back. Porque hablamos de comunicación. Y comunicación recíproca, constante, continua, bidireccional,… es la esencia de ese sistema abierto que denominamos empresa.
Una estrategia para amargar la vida de los demás y hacerles más incompetentes.
Amargar la vida de los demás, alcanzar su nivel máximo de incompetencia requiere dedicación ya que la incompetencia –como proceso y resultado del aprendizaje- es una tarea a realizar a lo largo y ancho de la vida. No sólo deberemos dedicar toda nuestra vida a esta tarea; también deberemos dedicar a este propósito nuestras diferentes actividades diarias.
Veamos algunos axiomas que pueden facilitarnos este camino hacia la amargura:
Miremos hacia nuestras empresas, observemos nuestros equipos, evaluemos nuestros desempeños, y comprobaremos que estos axiomas –desgraciadamente- son aplicados a rajatabla, con inusitada frecuencia, en las organizaciones en las que participamos.
¿Vosotros qué opináis a respecto?
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Por un momento, y por la rapidez en la lectura, pensé que eran afirmaciones sostenidas...
No me lo podía de creer!
Sí, conozco organizaciones enfermas, creo que desgraciadamente son las más comunes,que generan una entropía insostenible.
Como muchas sociedades, y como algunos edificios, en los que la mayoría de sus miembros malgasta el tiempo en pertrecharse y defenderse ante los demás, y, como en la mili, donde aquel que se mueve no sale en la foto. Y claro, todos terminan tiesos, y contracturados.
Lo contrario, lo sano, lo nuevo, es un reto inaplazable para las personas y sus las organizaciones: contar con la gente y aprovechar toda la inteligencia colectiva para encarar nuevos tiempos que dejan obsoletas las estructuras más pesadas y despilfarradoras....Y que desaniman a todo el mundo que sólo piensa en la jubilación, en amargar a los demás, o en otra cosa para no amargarse.