Por Igor Fernández
Venía pensando en esto cuando en un grupo de formación alguien irrumpe en la sesión con una llamada “urgente”, de las que sólo por su título, obligan sin consideración a dejar todo lo que la persona tenga entre manos para atender. Y esta parte es interesante, ya que no hay manera de saber si esa urgencia se debe a que se está incendiando la casa de quien es requerido, o si alguna errata impaciente no deja de incordiar al resto de palabras en un informe de esos para ayer. Y yo me pregunto ¿hasta qué punto es impostergable aquello que acometemos como urgente? ¿Siempre que nos impelen a actuar, luego es demasiado tarde?
Quizá, y sólo quizá -como siempre-, el hecho de estar localizables no implique en todo momento estar disponibles. No quisiera sonar fundamentalista, pero me imagino, aunque sea por experiencia propia, que no siempre hay que estar para quien nos necesita. De hecho, un refrán podría resumir la idea de este párrafo: «Ante el derecho de pedir, está la virtud de no dar.». Mi intención no es otra que la de mover una ruedas (las propias) para tratar de diferenciar lo que es urgente, de lo que realmente es importante en cada momento, en especial en las incómodas ocasiones en que no coinciden.
¿qué diferencia uno del otro?
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Es cierto que lo uno ha sustituido a lo otro. Las sombras alargadas de la mítica Caverna...Que no damos para más, tan saturados como estamos.
Com las listas de éxitos musicales, que no importa que sean mejor o manifiestamente mejorables, es lo último, lo nuevo y como tal se anuncia. En el colmo de la desfachatez algunos lanzamientos musicales se presentan como un éxito mundial, incluso antes de comenzar su difusión y venta.
Como la moda misma, que cada vez dura menos y hay que alimentar el mercado con nuevos objetos de deseo.
O como los telediarios donde se acumulan fragmentos, imágenes cada vez más espectaculares de lo último, de lo que parece tan urgente, y si bien se mira, por ningún lado aparecen las preguntas o reflexiones acerca de lo que es más importante ¿no?
Estoy leyendo ahora mismo a Marina y su Arquitectura del deseo que reflexiona también sobre todo esto con la mezcla de sensatez y erudición que le caracteriza. Os lo recomiendo