Mujeres en huelga.

El lema de la campaña de Emakunde para el Día Internacional de las mujeres de 2009 reza: “Mujeres en huelga“. El cartel es impactante y gráfico. Muestra la que sería la realidad de muchos hogares si las mujeres estuvieran en huelga: neveras tristes y vacías. Y supongo que si se viera el resto de la casa seguramente habría ropa tirada, camas sin hacer… desorden generalizado. A mí me suele hacer mucha gracia cuando en las encuestas te preguntan: “¿es usted el cabeza de familia?”. A lo que yo siempre respondo: “¿qué entiendes por cabeza de familia? ¿quién más dinero gana? ¿quien lleva la intendencia de la familia? ¿quien toma las decisiones importantes? ¿quien más tiempo dedica a la familia y al hogar?…”

El cartel también aporta un dato que es llamativo, aunque estemos acostumbrados a él: “El 75% de las tareas domésticas y de cuidado es realizado por las mujeres“. La mayoría de las estrategias de conciliación son estrategias privadas y a cargo de las mujeres [véase Emakunde (2007): Las consecuencias del cuidado. Las estrategias de conciliación en la vida cotidiana de las mujeres y los hombres en la CAPV ] y hay que repetirlo hasta que, ojalá, no sea necesario.

Al leer la interpelación “¿Qué pasaría si las mujeres hicieran huelga? Entra y danos tu visión” lo primero que me ha venido a la cabeza es mi madre. Mi madre representa a una generación bastante olvidada y no suficientemente valorada ni en el ámbito social ni en el familiar. Pertenece a esa generación de mujeres que siempre ha estado cuidando de otros y que ha hecho del cuidar el sentido de su vida. Nació en una familia con muchos hijos e hijas en las que unos atendían a otros, todos aportaban al sostenimiento de la familia y la solidaridad era una cuestión de supervivencia. Cuando se casó pasó a encargarse de su marido y de sus hijas, y sin muchos de los “grandes inventos” de los que hoy gozamos: lavadora-secadora, pañales desechables, lavavajillas, ultracongeladores, teléfonos móviles, etc. Además, siempre tenía tiempo para ayudar a una vecina enferma, un familiar hospitalizado u otra madre “en apuros“.

Cuando nosotras ya empezábamos a valernos por nosotras misma, le tocó dedicarse a sus mayores, más o menos cercanos. Y cuando esa fase ya había terminado empezaron a llegar los nietos. ¿Qué hubiera sido de mí sin mi madre? Gracias a ella, y por justicia debo decir que también a mi padre enfermo, yo he podido desarrollarme profesionalmente, he podido trabajar fuera de casa y continuar formándome, y he podido elegir qué quiero hacer con mi vida (cosa que no sé si mi madre ha podido hacer). Y lo más sorprendente de todo es que ella vive con alegría poder disfrutar de sus nietos y verles crecer. Sin malas caras, desbordando cariño y ternura.

Vaya aquí mi homenaje a ese pilar fundamental de nuestro entramado social que son las abuelas. Gracias ama, y gracias a todas las amamas que tanto cariño y atenciones dedican a las generaciones futuras.

¿Y tú qué crees que pasaría si las mujeres hicieran huelga?

Arantza Echaniz Barrondo

Nací en Bilbao el 7 de julio de 1968. Madre de dos bendiciones: Xabier (1998) y Ander (2000). Doctora en empresariales por la ESTE. Orgullosamente profesora de ética de la Universidad de Deusto. Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor. Firme convencida de que “Querer es poder… Creer es crear”. Una de mis mayores aficiones es ‘bloggera’ (http://echanizbarrondo.blogspot.com.es/).

View Comments

  • Querida Aran:

    ¡Gracias por la valiosa reflexión de los aportes de la mujer!

    Miriam

  • Las mujeres jamás harán huelga por su ineludible sentido de la responsabilidad y por su "malsana" propensión a la abnegación.
    Mi madre ha sido y sigue siendo una figura fundamental en mi vida y mi gran punto de referencia.
    Por ello, me sumo al homenaje a las madres, cuyo papel es fundamental aunque no puedan ejercer de abuelas (yo no he podido tener cerca a mis padres cuando han llegado los vástagos y he tenido que renunciar tanto a seguir formándome como a las oportunidades de ascenso profesional).
    Creo que acabaré viéndome retratada en el cliché (en parte ya me veo) y espero que algún día mi hija y si es posible también mi hijo tomen ejemplo y perpetúen la cadena. Quizá así consigamos que el mundo sea un lugar un poco más agradable.

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Arantza Echaniz Barrondo

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