Mateo y el aprendizaje permanente

Entre salitre y arena, recibo el último informe del CEDEFOP (Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional.) sobre la situación del aprendizaje de adultos en la UE (“Encouraging adult learning” Agosto 2015) y me viene a la cabeza el Efecto Mateo.

Se trata de la denominación sociológica de un fenómeno de acumulación de bienes, riqueza o fama cuyo origen está en una cita en la parábola de los talentos de este evangelista: “al que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene”

Este recuerdo se ha activado al ver algunos de los datos expuestos en el informe, y de su principal conclusión: el aprendizaje de adultos aún no es una opción atractiva, integradora, accesible ni flexible. Vayamos con las evidencias que sostienen esta conclusión.

¿ATRACTIVA?

  • La referencia para la UE establece que el 15% de los adultos entre 25 y 64 años “debieran” participar en actividades de aprendizaje permanente en 2020. Sin embargo, los datos ponen de relieve que la participación cayó del 9,3% en 2007, al 9% en 2012.

¿INTEGRADORA?

  • En general, las empresas imparten hoy más formación que ayer. Sin embargo, la incidencia de la formación varía sobremanera en función del tamaño: en 2010, la participación en formación continua era del 25% en el caso de pequeñas empresas, y del 46% en el de la grandes compañías.
  • Respecto al nivel de estudios, las personas con enseñanza terciaria (61%) participan en actividades de aprendizaje en una proporción de 3:1 respecto a quienes poseen enseñanza básica (21%).
  • Asimismo, la participación de las categorías profesionales de dirección y gerencia es 2,5 veces superior (51%) a quienes se ubican en ocupaciones elementales (19%) y trabajadores manuales cualificados (25%). Esta diferencia también se produce entre personas empleadas y desempleadas.

¿ACCESIBLE?

  • Entre los principales obstáculos a la participación en las actividades de aprendizaje de adultos se encuentran la falta de tiempo a causa de las responsabilidades familiares (21%), los conflictos con el horario laboral (18%), y los costes (13%).

En definitiva, como ilustra la parábola de los talentos “a quien más tiene más se le dará…”

Aprender soporta mal el imperativo. Más en edades adultas. Sin embargo, es tan inevitable, necesario y frecuente como respirar. A día de hoy, y a nivel de discurso, nadie cuestiona la necesidad de aprender a lo largo de la vida. Los datos evidencian un abismo entre el discurso predicado y practicado: recorren trayectorias paralelas y –como las líneas- no se encuentran ni en el infinito.

La inteligencia emocional tiene mucho que decir para reducir esta brecha, para guiarnos en esta deriva: hacer del acceso aprendizaje una opción más deseable, y universal, a lo largo y ancho de la vida.

 ¿Qué opinan ustedes?

 

Javier Riaño

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