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¿Por qué soy feminista?

La campaña del 8 de marzo de 2024 de Emakunde lleva con lema “Orgullosas”, acompañado de la frase: “Detrás de cada mujer empoderada ha habido otras mujeres impulsándola a serlo”. En una entrada anterior explicaba cómo el orgullo, junto con la vergüenza y la culpa, “son esenciales para dirigir y controlar el comportamiento en consonancia con los valores morales”, son unas auténticas brújulas morales (Echaniz Barrondo, 2021). Hoy quiero reivindicar y poner en valor el papel de todas las mujeres que apoyan y empoderan a otras mujeres, mujeres que apuestan por la sororidad (Echaniz Barrondo, 2018). Y quiero tener un recuerdo agradecido a una gran amiga recientemente fallecida, Lumi Velázquez, quien me enseñó el verdadero significado de la sororidad y del compromiso con la igualdad.

Hemos avanzado mucho, pero todavía falta un largo camino para la verdadera igualdad de oportunidades. Según el Foro Económico Mundial (2023), la brecha de género se ha reducido hasta el nivel de 2019 (la pandemia supuso un retroceso importante en la igualdad de oportunidades), pero el año previsto para alcanzar la paridad es el mismo que el del año pasado: 2154. No es el mismo en todas las regiones del mundo, pero en cualquier caso es demasiado tiempo… Ni yo, ni mis hijos, ni mis nietas y nietos (si algún día los tengo) la veremos. Cuando explico esto en clase, se genera mucho revuelo y hay voces (sobre todo masculinas) que insisten en que es imposible, que no hay desigualdad de género, que legalmente está prohibido. Además, aflora el tecno-optimismo que parece promulgar que lo que las personas no somos (ni hemos sido) capaces de solucionar lo harán las máquinas. Y me sorprende que todavía haya gente que no se ha enterado de que existen sesgos, y los algoritmos los reproducen y amplifican.

Es fundamental empoderar a mujeres y niñas. Como señala ONU Mujeres (2024) “Invertir en las mujeres es tanto un imperativo económico como una cuestión de derechos humanos. (…) Los sistemas financieros y económicos de los que nos hemos dotado no favorecen la igualdad de género. (…)  Los recursos financieros son necesarios para que las mujeres realicen sus derechos. (…) Las mujeres que prosperan impulsan economías prósperas”. Asimismo, es importante no cesar en la lucha por la igualdad de oportunidades para todas las personas. Pero no es fácil mantener el pulso.

Quiero terminar con el párrafo final de la introducción de mi tesis doctoral: “Ha habido quien se ha leído el presente trabajo y nos ha preguntado: ‘¿Qué pensaría Simone de Beauvoir de esta tesis?’. Nuestra respuesta fue contundente -y coincidente con la percepción de quien nos la hizo-: ‘Que está alienada’. Al final, la educación, los hábitos, las costumbres… nos hacen caer, en cierta medida, en aquello que queremos evitar, la ‘trampa’ de la sociedad. En ocasiones, acabamos reproduciendo inconscientemente aquellos mecanismos que hacen que las desigualdades permanezcan cuando nuestro objetivo era combatirlos” (Echaniz Barrondo, 2001). Suelo tener muy presente esta anécdota que me recuerda por qué soy feminista, por qué no se puede bajar la guardia… Además, estos días he recibido un vídeo, “La feminista blandengue”, que me la ha recordado con fuerza.

Referencias

Arantza Echaniz Barrondo

Nací en Bilbao el 7 de julio de 1968. Madre de dos bendiciones: Xabier (1998) y Ander (2000). Doctora en empresariales por la ESTE. Orgullosamente profesora de ética de la Universidad de Deusto. Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor. Firme convencida de que “Querer es poder… Creer es crear”. Una de mis mayores aficiones es ‘bloggera’ (http://echanizbarrondo.blogspot.com.es/).

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Arantza Echaniz Barrondo

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