Un día cualquiera en la Antigua Roma. El Imperio domina el mundo conocido. Un general, hasta ayer anónimo, regresa victorioso de su reciente gesta. Sobre su cuadriga gloriosa, desfila triunfal ante un público entregado. Ovaciones y júbilo. Días de vino y rosas. La plebe, le jalea.
¿Toda la plebe? NO. Apostado tras él, uno de sus siervos le acompaña como su sombra. Algo le dice al oído. ¿Qué será? ¿Cómo se atreve romper con sus confidencias este momento mágico?
“¡Mira tras de ti! Recuerda que eres humano y no un dios” le dice.
¿Aguafiestas? Pues si. Su misión es recordar al general que -en tiempos de euforia- sigue siendo vulnerable, frágil, y que la victoria es efímera. ¿Guardaespaldas? También. Está protegiendo al general: de sí mismo y de la tentación del abuso de poder.
He recordado este personaje -precuela de Pepito Grillo- al releer unas notas sobre
“Conviértete en un optimista paranoide” es la primera lección. Optimista, que no Cándido. No se trata de profesar la “Doctrina que atribuye al universo la mayor perfección posible”. Un optimismo inteligente, que combina el lado favorable de las cosas con la vigilancia y una dosis razonable de previsión de los peores escenarios. Optimismo basado en la realidad.
“Reconoce los síntomas tóxicos del éxito” Requiere esfuerzo. Quienes sufren (sufrimos) de su propio éxito pueden ser incapaces de ver sus errores y hacer propósito de enmienda. ¡Todos tenemos un general romano en la recámara! ¡Alerta!
“Ninguna noticia es mala” … Pero asumir que el fallo es una oportunidad para aprender supone un triple salto con tirabuzón. Nadie quiere ser portador de malas noticias. Sobre todo, en tiempos de euforia delirante. ¿Quién quiere apagar la música en medio de la fiesta? El premio se declara desierto…
Y -entonces- pasa lo que pasa. Que sólo nos fijamos en indicadores vanidosos que nos dicen lo que queremos oír y muestran la mejor de nuestras versiones. Y la menos real. Y dejamos para mañana lo que podríamos hacer hoy. Y ya es demasiado tarde. “Game over”
Así que, según Siilasmaa, ¡Que corran las noticias por nuestro torrente sanguíneo! Sobre todo, las que no son buenas. Y, por favor, no maten al mensajero.
Escuchemos. Porque también somos humanos.
Llevo un tiempo con una melodía triste sonando en mi cabeza. No me imposibilita seguir…
Bajo el título “Este bebé con un casco tiene la clave para entrenar la IA”…
Imagen de Chen en Pixabay Matrix (1999), Ready Player One (2018), Blade Runner (1982), Yo,…
Pensando en qué escribir en esta entrada, me topé varias veces con un término que…
Una de las crisis existenciales más importantes del ser humano es la provocada por la…
El pasado 27 de febrero tuvo lugar la conferencia “Liderazgo para la transformación social” organizada…
View Comments
Totalmente de acuerdo Javi
Nada nos acerca más al éxito que el fracaso
Nada nos acerca más al fracaso que el éxito
Debemos aprender a digerir adecuadamente el fracaso y como bien dices el éxito.
En mi opinión el éxito nos genera un sesgo perceptivo que deforma la manera en que percibimos la realidad, nos creemos superiores, nos esforzamos menos, despreciamos tendencias y personas y acabamos apegados en el presente a un éxito que ya es pasado
Podemos simplificar las percepciones, nada es tan perfecto y maravilloso, así como nada es tan horrible e imperfecto, esto nos concede un margen más amplio para disfrutar y padecer sin estridencias y aprender y avanzar.
Me gusta Pepito Grillo