En la jornada de verano del CIE, una jornada de grandes RETOS con la que queríamos abrir la caja de los proyectos para septiembre, un compañero que también escribe en este Blog me pedía una metáfora del viaje, me doy cuenta que ya de forma natural siempre aparece en la pantalla de mi pensamiento una frase “el viaje es una cura de humildad”.
Y pensando en ello me daba cuenta de todo lo que en mi enciende la palabra viaje, es una llave, una puerta, a mi geografía mental. Una imagen que aparece de pronto allí iluminando el día cuando realizo una actividad rutinaria, como cocinar. La verdad es que no he hecho una llamada a mi memoria para traerla al primer plano , sin embargo, mi cine particular se pone en marcha , y aparece de pronto, de manera sutil, esa mirada, ese olor, ese paisaje, esa sensación.
El cerebro tiene esa increíble cualidad de permitirnos viajar en el tiempo, rememorar, reinventar el pasado, visualizar y proyectarnos hacia el futuro.
Cuando vuelvo de un viaje, no soy la misma, siento que me he expandido. El viaje entendido como reto, como exploración de uno mismo, el viaje como una forma de tomar perspectiva de lo diario, una forma de mirarnos desde fuera y tomar conciencia de lo pequeños que somos.
¿Qué sucede cuando encuentro lo inesperado? ¿Qué siento cuando me reencuentro con lo conocido?
Una visita no prevista me lleva contemplar uno de esos espectáculos que sólo parecen auténticos en el cine, los vaqueros en acción. Nunca pensé que iría a un rodeo. Tampoco imaginaba las emociones que iba a desatar.
La forma magistral en que la los jinetes, algunos apenas adolescentes, manejan sus monturas, dirigen, giran, retroceden, galopan…en las pruebas de habilidad con obstáculos, me transportan a la infancia.
Sentir en directo esa fuerza, esa conexión con un animal que admiro desde niña: el caballo. Si mis padres se descuidaban, yo me subía su lomo. Admiraba esos grandes animales y en este viaje estoy hipnotizada con la belleza de esos caballos manchados que están como enjaulados en un recinto cerrado, que parecen a punto de escapar de nuevo a las grandes llanuras, librándose de sillas, estribos, estorbos, y que no dejan que el jinete aguante sobre ellos más de unos segundos.
¿Cuántas horas son necesarias para sentirse así de seguro a lomos de un caballo? Un niño es aplaudido por el público al encabritarse su montura, le queda aún mucho tiempo para alcanzar la destreza de sus compañeros, aunque admiramos sus repetidos intentos de manejar las riendas.
La naturaleza ha tenido un protagonismo casi absoluto en este viaje, aunque, en mi caso no podía faltar el arte.
Tenía muchísimas ganas de visitar el Art Institute de Chicago, al que llego un tanto reacia por aquello de que algunos rankings lo presenten como el museo número 1 ¡del mundo!. Siempre soy consciente de que las expectativas previas condicionan, y mucho, la experiencia a vivir.
Son muchos los museos que he visto, muchas las obras contempladas, exposiciones, lecturas, entonces ¿cómo pueden emocionarme de nuevo de esta forma algunos trabajos, habiendo visto tantos similares? ¿Qué tiene el arte que puede hablarnos desde la distancia, que salta barreras de cultura, espacio y tiempo?
Viaje, aventura, naturaleza, arte, emociones.
¿Qué te sucede a ti cuando encuentras lo inesperado?
¿Qué sientes tu cuando te reencuentras con lo conocido?
¿El viaje te transforma?
Llevo un tiempo con una melodía triste sonando en mi cabeza. No me imposibilita seguir…
Bajo el título “Este bebé con un casco tiene la clave para entrenar la IA”…
Imagen de Chen en Pixabay Matrix (1999), Ready Player One (2018), Blade Runner (1982), Yo,…
Pensando en qué escribir en esta entrada, me topé varias veces con un término que…
Una de las crisis existenciales más importantes del ser humano es la provocada por la…
El pasado 27 de febrero tuvo lugar la conferencia “Liderazgo para la transformación social” organizada…