“Yo controlo”: reflexiones sobre el autocontrol emocional

El autocontrol emocional es una de las principales competencias emocionales.

Autocontrol versus descontrol

Visto lo visto en nuestra sociedad parece urgente volver la mirada sobre la importancia de trabajarla más y mejor.  Dedicaré este post a reflexionar sobre la relación entre la frustración, el descontrol y el poder en el proceso de adquisición de la competencia. Veremos a dónde llegamos…

 

 

¿Cómo aprender autocontrol con sobreprotección y sin responsabilidades?

La primera dificultad consiste en que la mezcla de la falta de autonomía vinculada a la sobreprotección y, por ende, de la falta de responsabilidad ante obligaciones ocasiona una falta de experiencia de gestión de la frustración. Nuestros hijos están viviendo en entornos con presencia adulta permanente que se responsabiliza de tareas y cuestiones diarias que supone protección, seguridad y comodidad para los menores, pero también falta de oportunidad de asumir responsabilidades y conocer la frustración.

El autocontrol supone saber gestionar la intensidad de la emocionalidad y, para ello, es imprescindible saber hacer un balance entre la utilidad de dejarse llevar por la emoción y las consecuencias de hacerlo. Para ello resulta necesario acumular experiencia de afrontamiento de situaciones de complejidad emocional, así como de responsabilidad adecuada a las capacidades de cada menor. Y esto se consigue acompañando a los menores en sus procesos de adquisición de mayores niveles de autonomía.

 

¿Cómo entrenarse en autocontrol con invitaciones al descontrol?

Autocontrol emocional

Nuestra sociedad es la de la hiperconectividad y la de los contenidos audiovisuales. Todos sabemos de la capacidad de captar la atención de estas nuevas herramientas tecnológicas. De hecho se ha demostrado, por ejemplo, la capacidad de la inmersión en escenarios 3D para disminuir la percepción del dolor. Los nativos digitales son a opinión de algunos expertos huérfanos digitales. Y esto es debido a que no reciben información sobre cómo usar la tecnología de forma saludable. Los adultos hemos convivido con la tecnología desde hace pocas décadas y, por ello, nos resulta más complejo acompañar a las nuevas generaciones en el uso adecuado de tabletas, smartphones y ordenadores.

El ocio es cada vez más tecnológico y las redes sociales son parte de la interacción natural de los más jóvenes. El escenario de descontrol tiene mucho más que ver con la falta de acompañamiento y de formación sobre el uso saludable de las nuevas tecnologías que con cualquier otra cuestión. Pero va siendo hora de empezar, no?

 

El control del poder.

De alguna forma, desde mi punto de vista, todas estas cuestiones están muy relacionadas con nuestra relación como sociedad con la ética del poder. El descontrol está vinculado con el poder de la misma forma que el autocontrol está unido a la ética. Vivimos tiempos extraños en los que cada vez resulta más difícil confiar a la vez que depositamos cada vez más confianza. No confiamos en las leyes, en la justicia, en los políticos o en la bondad del ser humano. Y, paralelamente, damos por buena la información, los medios que la generan y la difunden. Descontrolarse está facilitado por contextos laxos en las que las acciones no tienen consecuencias. El que se descontrola puede hacerlo, tiene la posibilidad, su contexto lo posibilita y lo permite. El autocontrol, por contra, requiere una conciencia de conexión con los demás y de las responsabilidades que conlleva. La tendencia a la búsqueda de la comodidad, al individualismo, al consumismo posibilita contextos sociales y personales con menos recursos para aprender autocontrol. Todo esto tiene relación con la “doctrina del shock” de forma que una población desmovilizada y con problemas de autocontrol junto con una desconfianza creciente en la posibilidad de que las cosas cambien permiten mantener el estatus quo.

 

Pablo Cueva

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  • "¿Mayor desgraciado no es quien no ha sufrido?"
    Para aprender es necesaria la inseguridad mas dificultades. Los niños desprotegidos desarrollan falsa seguridad. Los padres deben dejarles resolver solos sus conflictos.

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Pablo Cueva

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