El muro de la indiferencia

No te hablo, no te veo, no te escucho… “Lo que se opone al amor no es el odio, sino la pura y simple indiferencia. Si te digo que eres un idiota, al menos te estoy reconociendo como ser humano, así la motivación sea odiarte y desestimar tus logros y virtudes, pero si no te dirijo la palabra, te aplico la ley del hielo o te ubico por debajo de mis umbrales perceptivos, te excluyo del universo. Despareces para mí y punto” (Redacción Editorial Phrònesis). Lo que voy a expresar en estas líneas se refiere a la relación de pareja. Merecería reflexión aparte lo que implica la indiferencia en el ámbito social.

Hay una viñeta que encontré hace tiempo y que refleja el punto al que llegan muchas parejas que han perdido la comunicación y la complicidad. Se soportan. Se han cogido la medida mutuamente. Incluso puede que se echaran de menos si no estuviesen juntos. Viven en una cómoda rutina que no supone grandes sobresaltos aunque tampoco aporta mucha vida.

A la indiferencia no se llega de un día para otro, no suele ser consecuencia de una mala decisión o de una decepción. Es un enemigo peligroso que se instala imperceptiblemente. Una pareja empieza una vida juntos con mucha ilusión y muchos proyectos. Todo por construir y mucha energía para hacerlo. La convivencia no es fácil ya que está llena de rutinas, de tareas y responsabilidades a compartir y en el día a día no es sencillo mostrar siempre la mejor cara. La intimidad hace que bajemos los filtros y las barreras, para lo bueno pero también para lo malo. Cuando llega la descendencia la vida se complica. Se multiplican las responsabilidades. El cansancio aumenta y muchas veces quien lo paga es la pareja que ya no tiene tiempo para dedicarse, para hablar sobre sueños e ilusiones, para comunicarse y fortalecer la relación. Gran parte de las conversaciones son sobre la intendencia, quién hace qué cuándo. Y las vidas van discurriendo en paralelo sin muchos puntos de encuentro de calidad… ¿Dónde ha quedado el proyecto de pareja? ¿Qué hay de las promesas que nos hicimos? ¿Cómo nos hemos convertido en dos desconocidos que resultan familiares? ¿Por qué comparto con otras personas ideas, sentimientos, proyectos que debería compartir con la persona que he elegido como compañera de vida pero que siento lejana?

Hay una expresión que se utiliza mucho… “castigar con el látigo de la indiferencia”… En mi opinión eso todavía tiene solución porque nos queda algún sentimiento hacia la otra persona. El problema es cuando hemos levantado poco a poco un muro de indiferencia que no nos deja ver el rostro de la otra persona, y no nos permite ni alegrarnos ni ‘dolernos’ con ella. ¿Qué se puede hacer?… “Cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar” (Thich Nhat Hahn, Premio Nobel de la Paz en 1967) ¿Por qué no construir puentes en lugar de muros? ¿Por qué no redescubrir el rostro del otro? Como dice la canción…

Si te veo amor del otro lado no voy a dudar

Todo lo que veo

Más todo lo que siento

Va a ser hermoso hacer un puente

Sobre el mar, sólo para vos

Para escuchar la canción pinchar aquí

 

 

Arantza Echaniz Barrondo

Nací en Bilbao el 7 de julio de 1968. Madre de dos bendiciones: Xabier (1998) y Ander (2000). Doctora en empresariales por la ESTE. Orgullosamente profesora de ética de la Universidad de Deusto. Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor. Firme convencida de que “Querer es poder… Creer es crear”. Una de mis mayores aficiones es ‘bloggera’ (http://echanizbarrondo.blogspot.com.es/).

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