La realidad de la educación emocional en nuestro sistema educativo es insatisfactoria. Tomo prestadas palabras de Rafael Bisquerra (2014) que afirma: “De todos modos, en muchos aspectos, todo lo que se ha realizado es más sobre el papel (publicaciones, congresos, cursos) que en cuanto a la práctica real en las escuelas. Se requiere de un apoyo de la Administración pública y de entidades patrocinadoras para contribuir a su difusión y puesta en práctica generalizada.”
Permitidme algunas reflexiones:
1.- Incapacidad de los padres y de las madres para realizar esta labor. El foco de la educación emocional se pone en los centros educativos y así debe teniendo en cuenta que nuestros recursos económicos se dedican principalmente a ofertar unos servicios educativos de calidad. Pero esto jamás funcionará adecuadamente sin la cooperación y colaboración de las familias. Tengo la impresión de que los padres y madres no dedicamos tiempo y, sobre todo, esfuerzo a formarnos en todas aquellas cuestiones que son claves hoy en día en la educación de nuestros hijos. Entiendo que la principal responsabilidad, equivalente a la preocupación que se supone, corresponde a madres y padres. Pero la realidad indica que, en general, no priorizamos el aprendizaje sobre estas cuestiones. ¿Qué papel vamos a jugar padres y madres así en la educación emocional de nuestros hijos?
2.- Desconexión escuela – familias. Todos sabemos que cultivar relaciones supone una inversión. Ya hace tiempo que la relación entre el centro escolar y las familias se limita a unos básicos desde el que es difícil acometer colaboraciones eficaces como las que requeriría un abordaje serio de la educación emocional. No me cabe la menor duda que la escuela ha tirado la toalla a la hora de ejercer un liderazgo educacional de la comunidad educativa para la que trabaja. Como sociedad debemos reflexionar mucho sobre esta cuestión. La educación concertada muchas veces asume más el rol de vender imagen a los padres y madres que pasan a ser tratados como clientes, buffff!!!! La escuela pública que a priori no sufre de esta necesidad de “marketing” está sujeta a otros problemas como la falta de continuidad de los docentes, la débil estructura de liderazgo en sus equipos y, tal vez, la falta de previsión de recursos para trabajar más y mejor con las familias, no se…
3.- La falta de propuestas trasversales. Tal vez por lo novedoso de realizar este trabajo en el ámbito escolar, tal vez la presión de la moda de lo emocional, tal vez la necesidad de diferenciación de unos centros con respecto de otros, el caso es que los programas de educación emocional suelen ser acciones puntuales que no tienen continuidad en el tiempo. Habitualmente se limitan a actividades de reconocimiento de las emociones básicas, y cuando se evalúan se usan instrumentos subjetivos. En fin, un panorama desolador. Afortunadamente hay experiencias trasversales como las que llevan años trabajando en centros como el Calasanz de Santurtzi o la Ikastola Lauaxeta.
4.- Elementos clave de un programa de educación emocional. Después de todo lo dicho me veo en la obligación de explicar cuales serían esos elementos indispensables con los que construir un programa trasversal. En primer lugar tendríamos que formar a profesores, padres y madres, es decir, a los adultos de cada comunidad educativa con el objetivo de colaborar y que las acciones que se realicen con los menores tanto en casa como en el centro escolar tengan coherencia. En segundo lugar tendrían que implementarse programas en todos los ciclos y de manera trasversal, es decir nada de limitarlo al sistema de impartición de contenidos. Y por último estos programas deberían evaluarse con instrumentos de medición de inteligencia emocional para verificar la evolución de los alumnos en las diversas competencias emocionales. Ahí es nada.
De algún modo lo que trato de trasmitir es que la educación emocional no solo requiere de consenso social para ser incluido en el itinerario de nuestros hijos e hijas. Se trata de que todas las personas con responsabilidad en el acompañamiento educativo de las futuras generaciones estemos implicados en este proceso de debe ser trasversal y colaborativo o sencillamente no será. Como dice Begoña Ibarrola “el sistema educativo estará cojo mientras no incorpore la inteligencia emocional”.
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