Recientemente, preparando una conferencia, me he reencontrado con un libro que leí hace muchos años, cuyo editor era Carlos Alemany y tenía un título muy prometedor, 14 aprendizajes vitales. Estos 14 aprendizajes comenzaban con “Aprender a desaprender” y terminaban con “Aprender a despedirse”. El reencuentro ha sido feliz y me ha hecho pararme y revisar qué aprendizajes de los señalados me han costado, me están costando, más. Voy a comentar dos de ellos.
Sin duda, el más difícil ha sido Aprender a decir ‘no’. Desde niña, por educación y también por carácter, he vivido muy pendiente de los deseos y necesidades de las demás personas. Me he desvivido por ayudar, cuidar y agradar. Muchas veces lo he hecho a costa de mis deseos y necesidades, a regañadientes y refunfuñando. Con el tiempo he ido aprendiendo que no se puede agradar a todo el mundo, que hay peticiones que son injustas, que hay personas que piden y nunca dan, que mis deseos y necesidades son importantes, que nadie da lo que no tiene (el amor y el cuidado empiezan por una misma). Afortunadamente, he avanzado en asertividad, un estilo de comunicación que se halla entre dos extremos: la pasividad y la agresividad. He aprendido a reclamar mis derechos, pensamientos y necesidades sin agredir (o al menos en ese camino estoy).
Destacaría también el Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar. Cada vez que, con intención o no, causamos un mal a otra persona también nosotros salimos dañados. “Ese sujeto, que se percata de su falta y la vive como culpa, tiene el peligro de quedar encerrado en el círculo de la culpabilidad de un modo patológico” (Masiá-Clavel, 2000:169). El perdón es liberador. No significa tolerar, disculpar u olvidar; ni dispensa de la responsabilidad y la obligación de reparar. Hay una cita que suelo mencionar en clase: “Cualquiera puede asumir una determinada responsabilidad sin sentirse culpable y, a la inversa, siempre hay quien prefiere regodearse con su sentimiento de culpabilidad sin sentirse responsable por la causa del mismo, pero lo suyo es que ambas nociones vayan de consuno y la culpa sea un síntoma de responsabilidad o que atender a las propias responsabilidades ahuyente cualquier asomo de culpabilidad por nuestra parte” (Aramayo, 2003: 15).
Para aprender y reaprender es fundamental desaprender que, como señala García-Monge (2000: 15), no es fácil por las siguientes razones: por la relevancia en nuestra vida de las personas que nos legaron algunos conocimientos y experiencias; por los beneficios, ya sean conscientes o no, experimentados por esas conductas aprendidas; por las emociones que quedaron grabadas de forma indeleble con cada uno de los aprendizajes; por los refuerzos que posibilitaron su consistencia y constancia; y también porque esos aprendizajes nos posibilitaron identidad y pertenencia. Hace falta mucha voluntad y humildad para dejar atrás lo que ya no sirve y adquirir conocimientos y hábitos nuevos.
Mariano Sigman, neurocientífico, nos recuerda el ‘umbral OK’ o el ‘umbral correcto’. Hay un punto en el que creemos haber llegado al máximo de nuestra capacidad de aprendizaje y nos estancamos. Es muy importante no dejar de esforzarnos y aspirar a mejorar. Siempre es un buen momento para aprender, desaprender y reaprender. Como dice el proverbio zen: “cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”. No tenemos que autolimitar nuestro potencial, no hay límite para el crecimiento personal.
Bibliografía
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Esta genial el articulo. Reciba un cordial saludo.