Dice mi amigo Luis que ya no nos aburrimos como antes. Y estoy muy de acuerdo. Esos momentos dedicados al arte y la ciencia de no hacer nada, a ver la vida pasar, están condenados a extinguirse.
Y es que no gozan de buena prensa en esta sociedad tan “happy_crática” donde “divertirse” “sé
Y, según abandonamos los momentos de “muermo” perdemos la capacidad de aburrirnos. Se extingue y desaparece de nuestro repertorio comportamental. Como la curiosidad: o se cultiva o se seca.
Y con esta merma, también perdemos capacidades adaptativas. Porque ese “cansancio del ánimo provocado por la falta de estímulo” aviva la autorreflexión, la creatividad y la “red neural por defecto” que conduce a un mejor funcionamiento cerebral.
Así que reivindico el derecho a aburrirse. Y reclamo su papel como origen y motor de la historia. Lo siento por Marx (“la lucha de clases”). Y por Juan el Evangelista (“en el principio era el Verbo”).
Así lo describía Kierkegaard en un inspirador relato: Los dioses estaban aburridos; por eso crearon seres humanos. A Adán, a Eva, y -sucesivamente- al resto. Para Soren, fue el aburrimiento quien pobló el mundo.
No andaban descaminados los ochenteros Kaka de Luxe. Del aburrimiento nació su canción “Pero me aburro”. y -a partir de ahí- mi mente empieza a girar … Como vinilo sobre el plato.
Porque “hace falta estar aburridísimo para ponerse a pensar”. Santiago Alba Rico. También para ponerse a leer y escribir.
Incluso este aburrido post.
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