Entre colibríes y conciencia social

Dice una leyenda amerindia que un inmenso fuego asolaba el bosque. La mayoría de los animales quedaron absortos ante el poder destructor del incendio y -desde su sensatez- se sintieron impotentes.

¿Todos?

No. El colibrí volaba y volaba hasta un cercano río donde recogía con su pico gotas de agua y las lanzaba contra el fuego. Otro pájaro, convencido de la heroicidad inútil del colibrí le dijo:

“¿Estás loco? No apagarás el fuego con unas gotitas”. El colibrí, seguro de sí mismo, le respondió:

Lo sé, pero hago mi parte”.  

Ayer, en el Mercadillo Solidario de Etxebarri, coincidí con una bandada de colibríes. Eran personas de carne y hueso. Humildes y muchas veces invisibles. Necesarias, imprescindibles. Mujeres y hombres que hacen de este mundo un lugar más amable, desde el compromiso, la firmeza, y –también- el afecto.

Militantes por la igualdad, “pateando la injusticia”, que luchan por el cambio y la transformación social con alma. Con ilusión y generosidad, siempre están ahí. ¡Alguien lo tiene que hacer!

He visto reflejada en sus actos esa competencia emocional clave del modelo del Consorcio de Inteligencia Emocional y que describimos en La emoción de la transformación. La cuarta competencia: la conciencia social.

Radar que nos permite tomar conciencia de los sentimientos, pensamientos, emociones y conductas de los demás; de sus derechos y obligaciones; de sus necesidades de sentir respeto y afecto. Conciencia social que cotidianamente vemos en peligro de extinción en muchas de las noticias que leemos. De apariencia vulnerable, necesitada de protección.  “Darme cuenta” me permite responder cooperando, comprender y mostrar que “te he comprendido”, que “te tengo en cuenta”, que “te respeto”.

Un radar repleto de neuronas espejo, esas células que se activan en nuestro cerebro al observar acciones, emociones y sentimientos en los demás para sentirlos como propios. Radar para Identificar y comprender las emociones ajenas; para respetar; para dialogar emocionalmente; para escuchar activamente.

Ayer me encontré con una gran reserva de neuronas espejo, con una bandada de colibríes apagando fuegos desde Siria, Sahara, … Me hicieron olvidar a Trump.

Gracias a todas y a todos.

Javier Riaño

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