Desde hace unas décadas hemos observado un progresivo aumento en la sexualización de nuestra sociedad, entendida como ese proceso en el que se visibiliza mucho más claramente aspectos sexuales vinculados con el binomio estética – atracción. Mis abuelos no acostubraban a ver cuerpos desnudos del sexo opuesto, no podían acceder a contenidos claramente sexuales y/o pornograficos que hoy están al alcance de la mayoría de los menores. La propia moda ha ido incorporando estilos y prendas que permiten realzar y/o ver partes de cuerpo antes prohibidas.
El hecho es que convivimos en una sociedad en el que la sexualidad es elemento clave de la publicidad, de la moda, de los contenidos audiovisuales que consumimos y del modo en el que nos relacionamos con los demás. También sucede, como señalaba hace unas semanas, que se ha instalado una cultura del postureo que permite expresarse desde avatares que clonan partes de nosotros mismos con capacidad de hablar por nosotros en las redes sociales.
Con todos estos ingredientes mal combinados surgen problemas como el que tuvo lugar en una de las últimas galas de Operación Triunfo 2018. ¿Qué lleva a un jóven que lleva semanas sin estar con su pareja a expresar publicamente, ante un auditorio joven, que lo más ha echado de menos ha sido el culo de su novia? ¿Qué dice de nuestra sociedad esto?
La sexualización tiene el riesgo de cosificar al otro y, teniendo en cuenta la falta que nos hace mejorar en empatía, esto no parece la mejor apuesta. El postureo abre la puerta a seleccionar los mensajes más estridentes. Puedo entender que las personas estemos orgullosas de nuestro cuerpo, puedo comprender con facilidad la ley de la atracción que orienta muchas ocasiones nuestras preferencias en las relaciones. Pero lo que no puedo entender es la facilidad con la que confundimos el todo con la parte, la persona con su culo por bien bonito que sea. No quiero aceptar que el espacio comunitario sea una suerte de competición por ver quien dice lo mas estridente, lo menos conveniente, lo más soez, desde una equivocada loa al derecho individual que es más bien una demostración de egos desatinados.
Como sociedad nos sobran gritos, desatinos, enfrentamientos estériles, muestras de inmadurez o de falta de vergüenza. Prestamos demasiada atención a lo que nos aleja de valorar a las personas por lo que son y tanto ruido nos impide escuchar lo que de verdad importa. Nos falta atención a lo profundamente valioso, nos sobran entretenimientos que nos descentran, nos falta actitud de convivir y de aportar y nos sobra el deseo de nuestro minuto de gloria efímera. Las personas, todas, tenemos culo pero nuestro valor se mide por el impacto positivo que generamos en los demás y, esto, va mucho más allá de la atracción.
Hace unos días el azar hizo que me encontrara con un conocido. Y en la conversación compartida en el trayecto del autobús hacia casa dijo, sin darle importancia alguna, una frase que me dejó meditabundo. Creo que con ella puedo poner un cierre adecuado a este post. El asunto es que nos vimos hablando de su mujer, muerta hacía unos años a cuenta del cáncer. Fue entonces cuando me sorprendió al decirme que al quedar calva por el tratamiento se dio cuenta del cráneo tan bonito que tenía. La verdad es que no supe cómo reaccionar. Pero me pareció enternecedor ese amor que hacía que viera bella esa desnudez provocada por la cruel enfermedad. Lo demás, como sociedad, es ir de craneo, que casualmente significa lo mismo que ir de culo, no?
Llevo un tiempo con una melodía triste sonando en mi cabeza. No me imposibilita seguir…
Bajo el título “Este bebé con un casco tiene la clave para entrenar la IA”…
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No podría haberlo di cho mejor. Completamente de acuerdo .