Segunda oportunidad

Foto de Motoki Tonn en Unsplash

Los japoneses inventaron a mediados del siglo XV el arte kintsugi (o kintsukuroi), consistente en aplicar generosamente una pasta de resina – fruto de la mezcla de barniz de resina con polvo de oro, plata o platino – en las zonas fisuradas o fracturadas de piezas de cerámica no con el ánimo de restaurarlas a su forma original, sino de repararlas ensalzando la belleza de sus cicatrices. El resultado final no es la pieza original tal como era, sino esa misma pieza rota, recompuesta y embellecida por el metal precioso.

Todas y todos, tarde o temprano, acabamos rompiéndonos: enfermedad, traición, infidelidad, abandono, rechazo, separación, odio, acoso, abuso, fracaso, desastres naturales, guerra, muerte… Cada una de estas causas, por mencionar algunas porque más haberlas haylas, y sus respectivas consecuencias pueden hacer añicos por dentro y por fuera la preciosa y delicada vasija que somos. Y para estas fracturas no hay kintsugi. Más aún si quien las produce es un victimario que nos convierte en víctimas.

Recientemente he visto la película Maixabel, estrenada el pasado 24 de septiembre, dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazabal y María Cerezuela, en los principales papeles, y galardonada con el Premio Cine Vasco en el Zinemaldia de San Sebastián. En ella se refleja el proceso interior de Maixabel Lasa (viuda de una víctima mortal de ETA – Juan María Jáuregui – y convertida ella también en víctima) cuando dos de los victimarios piden encontrarse cara a cara con ella. Superando las dudas y el inmenso dolor que le provocan estos encuentros, finalmente accede[1].

Obviando la excelente factura de la cinta, he de reconocer que en muchas ocasiones no pude contener las lágrimas. Haber vivido cuarenta años en la Euskadi que refleja el film hace que broten muchas emociones muy intensas.

Como afirma Joan-Carles Mèlich Sangrà,

Somos finitos porque heredamos una tradición, una gramática, esto es, un conjunto de signos, símbolos, valores, actitudes, ritos, mitos… que configuran, sin querer, la imagen que tenemos del mundo, de los demás y de nosotros mismos. No es posible, precisamente porque somos finitos, construirnos o crearnos a voluntad, sino solo «desde y en» la gramática que hemos heredado y que nunca podremos abandonar (al menos del todo)[2].

Zambullirse en el drama real reflejado en esos 115 minutos cinematográficos permite palpar los procesos existenciales de las personas reales representadas y ser testigo de su desarrollo y evolución individual. Constatar que el diálogo, el respeto interpersonal, la profunda reflexión, la revisión de la gramática individual son posibles, es una bocanada de aire fresco para una sociedad aún herida. Hace soñar que para algunas fracturas sí existe algo parecido al kintsugi. Pero como todo arte requiere disciplina, concentración, paciencia y preocupación por dominarlo.

Quiero que Maixabel Lasa sea quien termine estas líneas:

El perdón es una palabra que para mí tiene muchísimas connotaciones religiosas. Y yo no soy religiosa, soy agnóstica. Yo creo que dar una segunda oportunidad a una persona quiere decir lo que quiere decir, ni más ni menos. Yo se la quiero dar a quienes han solicitado estar conmigo y han hecho un recorrido personal. Puede haber alguien que no lo entienda y que lo disfrace diciendo que cómo he podido perdonar. Pero esto es algo mayor que eso y queda entre ellos y yo[3].

[1] Filmaffinity (2021, 24 de septiembre). Maixabel. Recuperado de: https://www.filmaffinity.com/es/film375190.html

[2] Mèlich Sangrà, Joan-Carles (2012). Paradojas (Una nota sobre el perdón y la finitud). Ars Brevis, Barcelona. P. 123. Recuperado de: https://ddd.uab.cat/pub/artpub/2012/196670/arsbre_a2012n18p122.pdf

[3] Zas Marcos, Mónica (2021, 27 de septiembre). Maixabel Lasa, víctima de ETA: “Perdonar tiene una connotación religiosa y yo soy agnóstica”. elDiario, Entrevista. Recuperado el 28/09/2021 de https://www.eldiario.es/cultura/maixabel-lasa-victima-eta-perdonar-agnostica_1_8341694.html

Juan Carlos Duque Ametxazurra

Dreamer and believer... Trabajo en Deusto Alumni, Universidad de Deusto. Responsable de la revista digital Deusto Alumni Time. Colaborador en Herri Irratia y coautor la revista Ciudad Nueva y en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB.

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Juan Carlos Duque Ametxazurra

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