Esto es lo que llaman justicia poética, pensó. Aquel mastuerzo que le mortificó durante el bachillerato, reaparecía ahora en su vida. De la forma más simple, más estúpida. Consideró diversas formas de venganza con deleitación, casi con sevicia y finalmente dio con la mas retorcida, la más contundente, la más dañina. A continuación se dirigió a su secretaria: Dígale que no estoy.
Roberto Moso
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