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Andri Snaer Magnason, salvando el mundo desde Islandia

Es el autor de este libro un ciudadano sensato que, preocupado por el futuro del planeta, ha decidido escribir un libro para explicarnos por qué debemos cambiar de comportamiento. Me temo que es un esfuerzo vano, pero siempre aprecio las buenas intenciones. Andri Snaer Magnason había escrito artículos, reportajes en revistas especializadas, había participado en congresos, incluso había detectado en ellos cierta desidia por parte de los asistentes que inmediatamente después de haber escuchado, y tomado notas, sobre el calentamiento global, salían de allí en coches de alta gama para coger un avión que les llevara a la otra parte del mundo, quemando unos cuantos litros de combustible y emponzoñando, y calentando, un poco más el ambiente. Pero alguien le dijo que tenía que escribir un libro, que así permanecían más las cosas y que se conseguía mayor difusión de las ideas, y se puso a la tarea.

Como el mensaje ecologista le parecía escaso decidió repasar su árbol genealógico y descubrió que algunos de sus antepasados se habían recorrido los glaciares de Islandia, esos que, como todos los glaciares del mundo, están perdiendo volumen a una velocidad mucho más acelerada de lo que se pensaba. Y, además, uno de sus abuelos, médico, había operado al Sha de Persia  y a Andy Warhol, entre otros famosos, así que merecía la pena contar su historia y apuntar sus reflexiones, que el hombre estaba vivo en el momento en que se escribió el libro. Y una abuela de nuestro autor estuvo trabajando en la casa de Tolkien, justamente cuando empezaba a escribir El hobbit para su hijo Christopher. ¿Tienen interés estás biografías para el objetivo del libro? Pues seguramente no, pero queda muy chulo. Y luego como ha tenido un par de encuentros con el Dalai Lama, pues también recoge aquí sus conversaciones.

¿Cuál es la aportación entonces de este prohombre a la lucha contra el calentamiento global? Pues que apaga la luz cuando sale de una habitación y se ducha, no se baña. ¿Si hiciéramos todos lo mismo el planeta se salvaría? Casi con seguridad no, pero por algo se empieza. Bueno, ya veis por donde van las cosas en este libro, un texto amable, aclaratorio de algunas cosas que deberíamos conocer y preocuparnos mucho y que resulta bienintencionado como pocos. ¿Por qué no va a cumplir el objetivo de Magnason? Pues porque estos libros solo los leemos los ya informados, los que sabemos lo de la ducha y el baño, gente que no necesita saber más para hacer lo poco que puede hacer. El resto de la humanidad permanece fija en su intento por acabar con el planeta sin pensar en ello, sabedores de que siempre podrán decir después “Ah,  nadie me advirtió”.

Y bastantes incluso dirán que les importa un pimiento pero que con sus beneficios no se juega. Pero para calmar la conciencia Sobre el tiempo y el agua de Andri Snaer Magnason es estupendo. Te deja con el convencimiento de que estás haciendo lo correcto. ¿Quién necesita más? Este es, pues, un libro imprescindible. Y sirve la frase para ser pronunciada muy en serio, y también con ironía. Y, además, al final añade cuatro páginas sobre el COVID-19 y nos dice que en Islandia las decisiones médicas las tomaron científicos y no políticos, con lo que nos convence de que si de algún lugar debe llegar la salvación del planeta tendrá que ser desde Islandia.

Félix Linares

Juan Soto Ivars contra los tabúes que asfixian la democracia

 

El narrador y ensayista murciano Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) acaba de publicar en Debate el ensayo La casa del ahorcado o, como dice el lema que acompaña al título, Cómo el tabú asfixia la democracia occidental. Las últimas obras publicadas por Soto Ivars son la novela Crímenes del futuro y el ensayo Arden las redes: la poscensura y el nuevo mundo virtual. El autor es columnista en El Confidencial y El Periódico de Catalunya, colabora habitualmente en varios programas de radio y televisión. Está casado y ha tenido un hijo, algo que resalta últimamente porque, como él dice, “desde ese momento, todo lo demás me da un poco igual”. En su nuevo trabajo intenta responder a una pregunta: ¿cómo podemos defender el pensamiento individual ante el exceso de líneas rojas? Y es que, según el autor, los proyectos comunes que han sostenido las sociedades democráticas occidentales parecen rotos. Ni siquiera una pandemia global logra hacernos comprender que los grandes retos requieren respuestas colectivas. Sometidos a las reglas del identitarismo, una polarización extrema ha dado lugar al narcisismo tribal y al ensimismamiento autorreferencial. La casa del ahorcado es un demoledor ensayo que observa los efectos de la cultura del sentimentalismo en la libertad de expresión y analiza algunas de las manifestaciones más alarmantes de nuestro retroceso hacia la tribu. Con mirada antropológica, pero sin intención académica, Soto Ivars nos ofrece un recorrido por diversos casos contemporáneos de retorno al tabú, el horror sacro, el chivo expiatorio, la herejía y el castigo ritual, y propone la restauración del concepto de ciudadanía como única salida a la guerra civil de las identidades. Con el autor hemos charlado. Pincha y disfruta con la charla.

La habitación propia de Xabier Lete, un caso de Ainhoa Urien

Cuando tenía catorce años,  Ainhoa Urien Telletxe recibió de manos de su madre un regalo que iba a tener una gran trascendencia: el poemario Egunsentiaren esku izoztuak. Para la joven, que había empezado también a volcar sus miedos y angustias en el papel, los versos de Xabier Lete supusieron un fogonazo, y prendió la fascinación por la obra del genial poeta de Oiartzun. Ainhoa emprendió así una investigación que ha durado diez años –imagino que, además, aún seguirá en marcha de alguna manera- y que ha tenido varias etapas. Por un lado, elaboró su trabajo de Fin de Grado de la licenciatura de Filosofía sobre la capacidad terapéutica de la creación, tomando la obra de Lete como base principal. Fue entonces cuando Joxerra Garzia la animó a llevar ese trabajo de “la academia a la plaza” y ahí empieza una segunda transformación de una misma obsesión porque Urien se matriculo en el máster de la Universidad de Mondragón sobre la transmisión de la cultura vasca.

La autora, que se interesó primero por la poesía de Lete y luego por el poeta y por la persona, absorbió todo lo que pudo de su legado, ya fuera en forma de conferencia, entrevista, disco o libro y se entrevistó además con varias personas que había conocido de cerca al autor de Xalbadorren heriotzean. Esas conversaciones van estructurando este segundo trabajo que ha sido publicado por Pamiela bajo el título Poesia, zaurien ukendu. Xabier Leteren arrastoan. Entre las personas con las que Urien se entrevistó cabe mencionar al músico Joxan Goikoetxea, al escritor Jose Angel Irigarai,  a los médicos del Hospital Donostia, Félix Zubia y Anjel Mendia, a Arantxa, la hermana de Xabier, y a Santiaga, Santi, que fue durante mucho tiempo empleada del hogar de Lete e Iriondo. Precisamente, su testimonio, impregnado de una poética involuntaria, ha sido uno de los que más me ha conmovido.

Poesia, zaurien ukendu aúna un conocimiento hondo de la obra de Lete con un acercamiento emocional a la persona, transmitido todo con un tono cercano, a veces confidencial, a veces memorístico, siempre con el respeto que da la admiración: “(…) ez diogu merezi duen besteko estimurik Xabier Leteren opariari. Bizitza argitzeko eta azaltzeko poesía erabili zuen; hitzak erregalatu zizkigun, eta hitzen bidez eraikitako mundo oso bat eskaini. Hor betirako finkatua dagoen Bianditz mendiaren moduko poetika bat da Letek uzten diguna: handia, solidoa, denboran iraungo duena”.

Txani Rodríguez

Las tumbas que visitó Mariana Enríquez

En más de una ocasión he dejado claro mi entusiasmo por los escritos de Mariana Enríquez, representante máxima del gótico andino, esa corriente fantástica que entrelaza géneros anteriores, sí también hereda algo del realismo mágico, y crea una nueva forma anclada mas en el cuento que en la narración larga. Es cierto que Mónica Ojeda parece abanderar el movimiento, pero siempre estará antes Mariana Enríquez que nos ha dado unos magníficos volúmenes de relatos y una novela mejorable. Ahora nos presenta la parte documental de su producción con estas visitas a cementerios que ya habían tenido una edición anterior, pero que ahora se ve incrementada con otros ocho recorridos funerarios correspondientes a los últimos años.

Sabemos que la visita a los cementerios, incluso a aquellos que nos son ajenos, en los que no está enterrado nadie cercano a nosotros, es una costumbre bastante extendida, sobre todo cuando hay famosos de por medio. Así, por ejemplo, todo el mundo habla del cementerio de Pere Lachaise porque allí yacen Oscar Wilde y Jim Morrison por citar dos extremos del famoseo. Mariana Enríquez prefiere otros lugares. No es que no haya ido a Graceland a ver la tumba de Elvis o haya buscado la de Bon Scott en un olvidado cementerio australiano, pero lo suyo son cosas menos mundanas, e, incluso, su propia biografía que aparece aquí entreverada con los paseos, desde el amor arrebatado por un músico en el primero de ellos, hasta las andanzas barcelonesas de una mujer que no sabe si exiliarse o quedarse en Argentina en los tiempos difíciles.

Seguramente lo que más buscarán los lectores en este libro serán las citas con mausoleos, estatuas, nombre famosos y peculiaridades de los cementerios visitados. Poco de eso se da en los recorridos por los cementerios de Donostia que visita la autora como con prisa y cierta desgana, con la idea de que no va a encontrar experiencias paranormales, ni nombres sonoros e incluso desperdicia la cita de “Vulnerat omnes, ultima necat” que ve escrita y sobre la que pasa sin mayor aclaración.

Enríquez escribe bien., y el asunto que trata es de su agrado así que, a veces se entusiasma y habla de la historia de los grandes nombres y de los artistas que ornamentaron sus tumbas. Está bien el libro, entretiene, permite la lectura fragmentaria, interesa hasta donde interesen estos asuntos al lector y quizá desate las ansias de viajar por las necrópolis del mundo. En mi no lo ha conseguido, pero es que yo soy muy de servirme de los referentes documentales y de mi imaginación. Y tanto joven y niño muertos cuando aún no habían tenido la oportunidad de vivir lo suficiente, acaba convirtiéndose en algo repetitivo. Espero con ansiedad el nuevo libro de relatos de Mariana. Que llegue cuanto antes. Mientras tanto podemos servirnos de estos libros que están bien, pero a los que les falta algo para la excelencia.

Félix Linares

Houellebecq releyendo a Lovecraft; entre monstruos

Una reflexión inicial: debo estar haciéndome viejo. Dicen que cuando alcanzas una determinada edad, quizá la que ahora tengo, lees mas ensayo y menos narrativa. Y, últimamente, me he descubierto leyendo mas ensayo. Cierto que se trata de memorias personales y cosas relacionadas con la literatura, pero hay cosas que empiezan inadvertidamente y para cuando te quieres dar cuenta ya estás en otra dimensión. Anunciaba al final de mi comentario anterior que había empezado a leer el trabajo que Michel Houellebecq dedicó a Howard Philips Lovecraft hace ya treinta años, al que se añadió un prólogo de Stephen King en la reedición de 2004. Ahora vuelve a las librerías. Como yo antes no leía ensayos no lo había leído. Ahora que las cosas han cambiado le he clavado el ojo.

Es curioso como a los franceses les gusta reconocer casi como propias algunas cuestiones consideradas secundarias en el mundo de la cultura estadounidense. Lo hicieron con las películas de género, la novela negra, el jazz, la ciencia-ficción y hasta con el terror. Y lo hacen gentes que están en lo alto de la consideración cultural. Emmanuelle Carrere, por ejemplo, en aquella biografía de Philip K. DickHouellebecq con Lovecraft. Es cierto que en 1990 Michel no era tan conocido como ahora, de hecho no había escrito aquella primera novela, Ampliación del campo de batalla, que tanto llamó la atención de la crítica. El público esperó a la siguiente, Las partículas elementales, para aceptar que estaban ante un fenómeno literario.

Pero estábamos con Lovecraft, ese autor para adolescentes habitantes de mundos fantásticos poblados por criaturas amenazadoras, que tiene un innegable atractivo para los aficionados al terror. Tuve mi etapa Lovecraft, como todos. Hace siglos (en tiempo lovecraftiano). No todo es bueno, el propio Houellebecq reconoce que hay un grupo de narraciones que puedes disfrutar y el resto es accesorio y repetitivo. Pero el francés repasa la vida del autor de Providence revisando con lupa los acontecimientos que moldearon su carácter y su forma de vida. No fue una gran experiencia, Lovecraft llevó una vida perra, agobiado por la falta de dinero, con un matrimonio que no conseguía entender, deseando volver a vivir con su tía y sus gatos y escribiendo febrilmente, a veces sus relatos, a veces miles de cartas a amigos y colegas.

No se obvia su condición de racista. Tampoco de su desprecio de la vida y del mundo que le parece un lugar terrible. Pero muestra su carácter amable y poco dado a la discusión. Es enternecedor como relata sus relaciones con los médicos poco antes de morir. Lovecraft es un personaje del siglo XVIII, nacido en el XIX y que realizó su obra en el XX. Y su escritura así lo testifica. Es antigua en un sentido muy amplio de la palabra. Pero es, paradójicamente, un autor que ha resistido muy bien el paso del tiempo y ahora es muy seguido por gente de todas las edades. Como me consta he buscado en este libro la explicación al fenómeno. Seguramente está en el hecho de que todos, los lectores también, estamos volviéndonos cada vez más simples, cada vez tememos mas a los muchos peligros que nos acechan. Entre otros la edad. Y saber que esos peligros están allá lejos, en la costa este de Estados Unidos nos tranquiliza porque esa costa está muy lejos.

Michel Houellebecq es un autor discutido, pero casi todos aceptan que es un observador perspicaz y ese comienzo cuestionando la novela realista me parece  muy acertado. Así que sigues un poco y enseguida estás llegando al final. Puede que esta pseudobiografía no guste mucho a los seguidores de Lovecraft, pero estoy seguro de que será muy beneficiosa para poner las cosas en su sitio con un autor que corre peligro de ser mitificado.

Félix Linares

Es malo envejecer, dijo Oscar Tusquets Blanca

Reconozco que me puse a leer este libro porque su título me hizo gracia. También porque es un libro breve y en la actual situación de múltiples entrevistas librescas que necesitan de la lectura de al menos parte de los libros implicados, me resultaba muy apropiado. Y también, por qué no decirlo, porque uno va cumpliendo sus años y en este proceso actual de identificarnos con los personajes de libros y películas, pensaba encontrar alguna idea, alguna reflexión, sobre este penoso trance de envejecer en el que estamos todos metidos.

El autor cumple ochenta este año, lo digo para que calculen lo cerca o lejos que están de quien ha escrito estas líneas. Líneas, lo digo ya, llenas de ocurrencias. Empieza con una visita a los escenarios de la Primera Guerra Mundial, quizá por su centenario. Continúa con una ensalada que mezcla pandemia, políticos, conspiraciones, Umberto Eco y alegrías varias. Un poco escrito a como salga la cosa. Luego ya se mete en materia y nos cuenta su vida. No mucha porque tiene otros libros donde presumiblemente ya lo ha hecho por lo que supongo que aquí está lo que se le ha olvidado anteriormente. Incluso llega a contarnos algunos detalles de su servicio militar. Afortunadamente no cae en la pelmada de contárnosla entera, porque nada en este libro dura mucho.

Ya digo, parece un capricho del autor para llegar a la parte que anuncia el título. Lo de que vivir no es tan divertido, dura exactamente tres páginas. Y no parece estar justificado tras las experiencias anteriores tan divertidas, o al menos gratas. Así que nos vamos a la parte de envejecer y aquí sí que empieza la monserga del colega diciéndonos las cosas que se pierden con la edad: la vista, el oído y otros sentidos, los amigos, la salud, la memoria, el sueño, la capacidad de adaptación. En fin, lo habitual. ¿Hay aquí verdaderas ideas sobre todo esto? Pues parece que está más a nivel de charleta de barra de bar. Bueno, luego llega lo de la muerte, y eso es cosa mayor, te dices. Pues nada, la cosa va de contar diferentes formas de morir de gente más o menos famosa. A todos ellos ha conocido y tratado el autor, por lo que también acaba siendo un catálogo de importancia social.

El tono general es el del sermón, cosa razonable por venir de alguien que nació, se educó y creció bajo el influjo religioso del franquismo. Oscar es hermano de Esther Tusquets que creó la editorial Lumen, marido de Beatriz de Moura que fundó la editorial Tusquets, amigo de Jorge Herralde inventor de ese fenómeno llamado Editorial Anagrama, que le sigue publicando. Y tiene más relaciones en este mundo. Supongo que le publican por amistad. Tampoco hay razones para no hacerlo.

Este es un libro sobre las opiniones de un señor. Si tiene tiempo escribirá más. Él es arquitecto, pero tiene innumerables intereses en otros campos de la cultura, supongo que en todos de forma ligera, amateur, simpática. Mejor que te cuente él la vida que Filipa Beleza que ha escrito Hacerse mayor es una mierda a los veintiocho años. Pero, bueno, me gustaría que este libro tuviera menos tópicos y algunas ideas originales.

Y termino el libro de Tusquets y me pongo a leer, por las razones antes apuntadas, el ensayo sobre Howard Philips Lovecraft que publicó Michel Houellebecq hace treinta años y que ahora ha sido reeditado. Empieza así: “la vida es dolorosa y decepcionante.” Y pienso en dejarlo rápidamente. Pero sigue: “por lo tanto es inútil escribir más novelas realistas.” Y aquí ya me gana. Y me quedo. Ya les contaré.

Félix Linares

Zaldua, contra los panfletos y a favor de ellos

Panfletario. Manifiestos, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura es el descriptivo título que Iban Zaldua acaba de publicar en la excelente editorial Pepitas de Calabaza. Se trata de una recopilación de textos que el donostiarra ha ido escribiendo a lo largo de los años para publicarlos, en su mayor parte, en revistas, periódicos o para distribuirlos en distintos actos culturales. Con la literatura siempre en el centro, Zaldua utiliza la ironía para mostrarnos lo mejor pero también lo menos bueno del mundillo que él llama República de las Letras. El libro se abre con Guía para prologar adecuadamente, y creo que da ya el tono general: “El tema del texto que va a escribir es el libro que lo sigue, no usted mismo, posible autor del posible prólogo.” Nos encontramos así mismo con otras guías útiles como la que dedica a la preparación de necrológicas de escritores. Así mismo, los decálogos de este libro, -que no hay que leer en su literalidad, ojo- servirán de ayuda a la hora de rellenar una contraportada o de organizar un evento cultural, sin que los participantes se sientan menospreciados.

Respecto a los géneros literarios, Zaldua, que se reivindica como cuentista, emite también sus opiniones a través de enérgicos manifiestos o argumentos en contra, por ejemplo, de la literatura de viajes, de la novela, que califica como un género menor, de la autoficción y de la poesía. Un ejemplo: “Los poetas, de generación en generación, han creado un lenguaje cada vez más hermético que solo ellos pueden entender y sentir. Uno de cuyos objetivos no puede ser sino cabrear al pobre lector y hacerle sentir una prosaica escoria”. Sobre la novela, afirma que es una especie invasora,  y que, aunque ha llegado tarde a la republica de las letras, ha desplazado a los otros géneros de sus espacios naturales.

No escapan al implacable y sin embargo muy divertido análisis del escritor, la actividad de las editoriales o la de la crítica literaria. Leemos: “¿Qué son, si no, la mayoría de las reseñas que se publican en prensa? Digresiones en torno a cualquier tema, con la excusa del libro. Al final, no llegas a saber siquiera si el libro le ha parecido bien o no al crítico”. Otro de los asuntos que toca es la literatura sobre el conflicto vasco. Habla de ello en Siete motivos para escribir sobre la Cosa y en el relato En busca de la gran novela sobre el conflicto vasco.

Uno de mis textos favoritos es el Tridecálogo del escritor amargado: “Al escritor amargado no le satisface de ningún modo la literatura que se hace hoy en día y, sobre todas, la de su país. Todo le deja indiferente, todo es desolación, basura y decadencia en la literatura (…). La desolación es absoluta, por lo visto, en un desierto en el que -implícitamente- solo existe un oasis. El de su obra, claro está.

Como veis, el libro nos hace sonreír, aunque sea un libro serio y sincero, y ayuda a conocer un poco mejor el mundillo, ciertamente un poco loco, de la literatura.

Txani Rodríguez

Ana Urkiza bucea en los símbolos culturales vascos

Garen hori es un libro de entrevistas que trata de dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los valores vascos? La autora, Ana Urkiza, reflexiona sobre la “marca vasca” digamos y sobre la identidad vasca.  Se ha centrado, como ella explica, en la propia manera de llamar a nuestra tierra, en los símbolos y en los valores, en la esencia, de esa personalidad propia que la escritora trata de rastrear. Para identificar cuáles son los valores referidos se centra en la -como se dice en el libro- atalaya de la cultura y habla directamente con distintos creadores. En concreto, se entrevista con la escritora Irati Jiménez, el pintor Carmelo Ortiz de Elguea, el bailarín Jon Maya Sein, el arquitecto Xabier Barrutieta, la escultora Dora Salazar, el director de cine Jon Garaño, el músico Juan Carlos Pérez y el bertsolari Xabier Paya.

Cada uno de los entrevistados, y esto es una de las cosas que me han gustado del libro, se presenta a sí mismo y así podemos conocer de primera mano de dónde nacieron sus pulsiones artísticas, por ejemplo. Las entrevistas, además, recorren las trayectorias de estos creadores con lo que nos da una buena perspectiva de sus trabajos o, al menos, una aproximación.  Respecto al tema troncal, hay, por supuesto, reflexiones valiosas. Preguntada por si cada idioma tiene su propia manera de decir las cosas, o ciertas cosas, Irati Jiménez responde: “Konbentzituta nago dena esan daitekeela edozein hizkuntzatan, esan daitekeen guztia esan nahi dut, hizkuntzak errealitatea adierazteko berezko ezinbesteko mugen baitan”. Sobre la tradición, Jon Garaño reconoce que para él es muy importante, “(…) hori da gure sustraia, lurrari lotzen gaituena… baina hori baino zerbait gehiago izan behar dugu, zeren eta bestela ez dugu eboluzionatzen. Eta niretzat, hori da garrantzitsuena.

La segunda parte del libro se titula Nola adierazi garen hori komunikatzaileen galbahetik, y está compuesta por entrevistas en estilo indirecto que hablan sobre la comunicación. El publicista Josu Bergara, el filósofo Eduardo Apodaka, la periodista Elixabete Garmendia, la deportista Olatz Legarza, el actor y director de teatro Ximun Fuchs, la diseñadora Iraia Oiartzabal, la cocinera Elena Arzak y el empresario Iñigo Uncín son los nombres propios de este tramo.

Garen hori es un libro que plantea muchos elementos para la reflexión, que enfrenta lo intangible, y que pone el foco en algo tan definitorio como  la creación,  la cultura.

Txani Rodríguez

El tocho. Las bodas de Cadmo, Harmonía y Calasso

El dios griego no impone mandamientos. ¿Y cómo podría prescribir un acto, si él ha cometido ya todos los actos buenos y malvados? En Grecia circulaban máximas que aspiraban a la misma universalidad que los mandamientos. Pero no eran preceptos descendidos del cielo. Si lo observamos de cerca, en su insistencia sobre el sophronein, sobre el control, sobre el peligro de cualquier exceso, descubrimos que tienen un carácter completamente distinto: son máximas elaboradas por los hombres para defenderse de los dioses. Los griegos no sentían la menor inclinación por la templanza. Sabían que el exceso es el dios y que el dios altera la vida. Cuanto más inmersos se sentían en lo divino, más deseaban mantenerlo a distancia, como esclavos que se pasan los dedos por las cicatrices. La sobriedad occidental, que dos mil años después, se convertiría en el sentido común, fue al inicio un espejismo entrevisto en la tempestad de las fuerzas.

Este es un párrafo de Las bodas de Cadmo y Harmonía de Roberto Calasso. El tercero de los libros del gran ensayista italiano, cofundador de la prestigiosa editorial Adelphi, apareció en 1987 y supuso un hito en la apreciación de la mitología griega. Utilizando multitud de fuentes clásicas, a veces muy poco conocidas, Calasso mezcla de forma sorprendente la reflexión filosófica, la historia comentada, la antropología y el relato literario en un recorrido a veces laberíntico, pero siempre fascinante, por los mitos griegos. La andadura se inicia con Zeus transformado en toro, raptando sobre sus lomos a la doncella Europa, y termina trescientas setenta páginas después con el rey Cadmo invitando a todos los dioses a sus esponsales con Harmonía, última vez en que coinciden dioses y hombres. Cadmo, según la tradición griega, inventará el alfabeto y su figura simboliza el paso del mito a la historia escrita. Entre un cabo y otro, asistimos al nacimiento del universo y de los dioses olímpicos, a sus desvaríos amorosos, que no se detienen, como en el caso de Zeus, ante el estupro y el incesto, y a la azarosa y violenta interacción entre dioses y hombres.

Según los griegos, es la presencia de lo divino en la vida humana la que hace a ésta digna de ser vivida, aunque a menudo conduzca a la pasión, al exceso, a la locura, o a la muerte; tal como les asaltan a los héroes, a Teseo, Jasón, Ulises o Aquiles, a Medea o Ifigenia. Junto a esta idea fundamental, Calasso destaca la ambivalencia del mito, su pluralidad de sentidos y versiones. Y pone como ejemplo supremo el de Helena de Troya, que quizá solo fuera un simulacro: una de las versiones del mito de Helena nos cuenta que esta recaló con su raptor, Paris, en Egipto, donde el faraón se incautó de sus bienes y le impidió la salida de Menfis. Lo que Paris se llevaría a Troya, entonces, fue una doble, un simulacro. El engaño se erige así, ya desde la Grecia clásica, en motor de la literatura y la historia.

Les diré por último que Calasso cautiva al lector con una prosa poderosa, concisa, de asombrosa inteligencia. Con ella consigue hilvanar un texto de sabiduría desbordante, que exigiría repetidas lecturas. Me refiero a Las bodas de Cadmo y Harmonía de Roberto Calasso, en editorial Anagrama.

Javier Aspiazu

El tocho. La sociedad del espectáculo de Debord

La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla, menos vive, cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de necesidad, menos comprende su propia existencia y sus deseos. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no le pertenecen a él, sino a otro que los representa. Es por eso que el espectador no se siente en su sitio en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.”

Esta es una de las 221 máximas que componen La sociedad del espectáculo de Guy Debord. Filósofo y cineasta experimental, el parisino Debord fundó la Internacional Situacionista en 1957, grupo de artistas y revolucionarios que llevaron a la práctica su crítica radical durante el Mayo del 68, al que influyeron de forma decisiva, en asociación con el grupo anarquista de los “enragés”. Un año antes, en 1967, Debord había publicado el libro que ahora recuperamos, La sociedad del espectáculo, el análisis crítico más revelador de la última estrategia alienante del capitalismo (su conversión en imagen espectacular), y el que más ha influido, de forma solapada, en el actual pensamiento de izquierdas.

Según Debord, el capitalismo moderno ha optado por el “espectáculo” (la representación por medio de imágenes de la globalidad de las mercancías) como medio más eficaz para la colonización íntegra de la vida –tanto física como psicológica- de las masas. En nuestra época, el espectáculo es capital en tal grado de acumulación que se transforma en imagen. O dicho en un lenguaje más asequible, una imagen atrayente se vende tan bien, es vehículo tan privilegiado para hacer negocios, que se convierte en la forma más segura de incrementar el capital, hasta transformarlo en pura representación.

En esta coyuntura no sólo es alienante el trabajo sino también el ocio, compuesto por un denso conglomerado de mercancías espectaculares –televisión, cine, teatro, melodías banales, deportes, etc.- recibidas de manera unilateral (sin que participemos para nada en su creación), y tendentes a reforzar la pasividad y la dependencia psicológica del sistema. Una consecuencia lógica es que todo lo que aparece en el espectáculo es falso, (el mejor ejemplo: la TV), porque todo es mercancía, todo tiene la función de hacer negocio, al mismo tiempo que alimenta el consenso ideológico.

Otra de las consecuencias, todavía más negativa, es que no vivimos nuestra historia, no la hacemos nosotros; trabajo y ocio son confeccionados para nosotros desde el espectáculo, nos limitamos a vivir la vida programada por el espectáculo. Salir del tiempo espectacular y recuperar el tiempo vivido se convierte así en tarea prioritaria para nuestra liberación, pero si quieren conocer las dificultades con que se encontrarán los rebeldes que se decidan a abordarla, deberán leer este ensayo, denso y complejo, brillante heredero del legado de Hegel y Marx.

Contemplar nuestra sociedad con cierta distancia crítica basta para comprobar que este texto, el más importante que ha producido la heterodoxia marxista en el siglo XX, sigue en plena vigencia.

Javier Aspiazu