Parecía fácil, pero no lo era. Tomó la firme decisión de pasar un día entero sin oír siquiera hablar de esa mujer. Para asegurarse permaneció sin salir de casa, no conectó el ordenador ni la tele, no abrió el correo y se sumió en una lectura relajada y concienzuda de Los Hermanos Karamazov, solo interrumpida para ingerir alimentos .Ya de noche decidió otorgarse una ligera tregua y encendió la radio, consciente de que a esa hora empezaba POMPAS DE PAPEL. Y mira por donde, ahí tuvo que aparecer la voz de aquel capullo que abría el programa con un microrrelato que terminaba con ese maldito nombre: BELÉN ESTEBAN.
Roberto Moso
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