Un día decidió que había llegado el momento de dejarlo todo y vivir intensamente. Sus padres lloraban angustiados. Su hijo querido había abandonado una cómoda existencia para buscar, como él decía, la verdadera libertad. Se había entregado en cuerpo y alma al amor, al canto, y a la meditación, sin importarle las privaciones ni las habladurías, convencido de elegir el camino de la felicidad plena. Su hijito del alma se había metido a monje cartujo. ¡Hay que joderse!
Roberto Moso
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