Ahora, por fin, todo el mundo ofrece una cara sonriente y feliz. No ha sido sencillo. Como recordarán, primero se prohibió la tristeza en los locales públicos. Al principio los dueños hacían la vista gorda y la gente se mostraba triste detrás de los biombos y en los baños. Pero los tristes pasivos se quejaron con amargura. La tristeza es muy contagiosa decían. Con la nueva ley se formaron numerosos grupos de caras tristes a la puerta de los bares que llenaron las calles de tristeza. Una reciente disposición ha terminado con tan lamentable paisaje y ahora la cara de alegría es obligatoria por decreto. Aunque en general la medida ha sido muy bien recibida, ayer se producían algunas detenciones de cara-tristes ilegales a los que se les ha implantado ya sonrisas artificiales. Esto es todo amigos.
Roberto Moso
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