Pasó la vida rumiando despacio su venganza. Toda su capacidad intelectual, todos sus recursos económicos y sus cinco sentidos, dedicaron todo el tiempo posible a vengar aquella afrenta. Un buen día vio pasar el cadáver de su enemigo por delante de su puerta como tantas veces había soñado. Entonces, un inmenso vacío se apoderó de su existencia.
Roberto Moso
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