Año 2050. Asomado al balcón del caserío, contemplo a las vacas pastar sobre verdes prados . Me emociono viendo el límpido riachuelo que serpentea entre las metas y los bosques de encinas y de robles. De pronto, un numeroso grupo de dantzaris surge bajo mis pies en dos filas charlando animadamente en algo que parece euskera. Les acompaña un txistulari que súbitamente se arranca con un aurresku de impecable ejecución. Noto presión en el pecho, ahogo en la garganta, mis retinas se humedecen… que gran idea, el parque temático la Euskolandia perdida.
Roberto Moso
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