Al despertar el insecto una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse bajo su piedra transformado en un hombrecillo.
“Hallábase echado sobre la blanda y fría espalda, y al alzar un poco la cabeza, vio chocante, la figura flácida de su vientre claro, surcado por curvados michelines. Tan solo cuatro extremidades, lamentablemente gordas en comparación con la ligereza habitual de sus patas ofrecían a sus ojos el espectáculo de una pachorra sin consistencia”
Todos los insectos de la colonia quedaron horrorizados.
Roberto Moso
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