Sabía que se iba a arrepentir, que no merecería la pena, que cambiar todo lo que tenía por un placer fugaz sería su perdición, que estaría llamándose tonta el resto de su vida y lo que es peor, que su estúpida decisión condicionaría la vida de sus descendientes. Sí, había sido una boba y ahora se arrastraba en el barro por ello. Pero nadie, nadie, le quitaría jamás el gustazo de haber mordido de una vez esa maldita manzana que la tenía mártir.
Roberto Moso
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