Sabía que ocurriría. Aquella era la imagen de la persona con la podría pasar la vida entera. Apenas habíamos intercambiado algunas palabras pero daba igual. Su mera presencia me sofocaba. Destilaba exuberancia, sofisticación, simpatía, buen gusto. Miraba con inteligencia y complicidad a partes iguales. Era ella, la pura expresión de la belleza en todo su esplendor. Simplemente irrepetible.
Y entonces apareció su hermana. La gemela.
Roberto Moso
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