Era inevitable. Al entrar en el viejo café no vio más que fantasmas. Salió de allí y se dirigió al estadio y por aquella calle de su vida siguieron apareciendo más y más espectros. Llegó al estadio y se situó más bien en una inmensa concentración de fantasmas que poblaban su pasado. Fantasmas queridos, fantasmas odiados, fantasmas olvidados. Fantasmas aterrorizados con la visión de un fantasma.
Roberto Moso
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