Desde el pulpito, el Padre espiritual hablaba de integridad ante la tentación, de jóvenes en gracia de Dios como sustento de una comunidad ejemplar, de generosidad y confianza, de caminar por la vida con la fe como bandera.
Hablaba y hablaba y eso me hacía feliz. Pues mientras hablara no me estaría obligando a escuchar sus jadeos junto a mi oreja.
Roberto Moso
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