Aplaude con ganas,
aplaude con entusiasmo,
aplaude con energía, con ritmo, con total convicción.
Aplaude sembrando sus palmas de bravos,
notando el crujir de huesos en cada impacto.
Aplaude desaforado, mientras desea íntima, intensamente, que esas palmas percutieran en la cara de ese malnacido, al que tiene que aplaudir.
Roberto Moso
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