De pronto sintió la tentación de la transgresión. Aquellos objetos le quemaban en la mano, aquellos contenedores estaban allí diciéndole “hazlo, hazlo”. Algo instintivo le empujaba a la desobediencia, a romper con la norma, a burlarse del poder establecido que le oprimía.
Giro la vista a la derecha, luego a la izquierda y finalmente se decidió. Presa de una intensa taquicardia, arrojó las pilas al contenedor de basura orgánica y se alejó a toda prisa del lugar, sintiéndose todo un canalla.
Roberto Moso
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