Desde su bonita casa de derechas contempló su elegante coche de derechas presidiendo el suntuoso jardín de derechas. Después se sentó a cenar una cena de derechas servida por una cocinera pobre y de derechas y contempló satisfecho a su linda mujer de derechas en aquel salón tan de derechas. Antes de acostarse, como todas las noches agradeció al Dios de derechas de su infancia la infinita suerte que había tenido de ser un intelectual de izquierdas.
Roberto Moso
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