Pobres y honrados (….o viceversa)

A la gente de origen social humilde antes se le decía que los ricos no eran buenos y que los pobres sí. Y hasta los Evangelios tenían su forma de expresar esa idea: “Es más difícil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos” (cito de memoria). Yo siempre pensé que eso era un camelo, que era una forma de promover la resignación. Pero resulta que es posible que exista cierta asociación entre honradez y pobreza.

Hay investigadores que han estudiado este asunto y que sostienen que, al tener la gente de clase social alta más libertad e independencia, es lógico que esas personas tiendan a “tener patrones de cognición y comportamiento social más orientados hacia sí mismos” [creo que esa es la forma técnica de decir que son más egocéntricos y quizás, más egoístas]. Al parecer, los estudios empíricos muestran que la gente de clase alta tiene menos en cuenta a los otros e identifica peor las emociones de los demás. En las interacciones sociales suelen adoptar posturas más distantes o elusivas. Y por lo visto, también hacen donaciones caritativas de menor cuantía por comparación con las que hace la gente de clase baja, lo que indica que quizás sean menos generosos o altruistas que aquellos. Ese conjunto de observaciones sugiere que los individuos de clase social alta son más propensos que el resto a valorar su propio bienestar más que el de los demás y a ser más codiciosos. Y resulta que la codicia es un fuerte determinante del comportamiento poco ético. Los individuos codiciosos tienden a prescindir de los principios éticos en busca de su propio interés. Los incentivos económicos hacen que la gente tenga más propensión a mentir y hacer trampas para obtener un beneficio para sí misma. Y además, la codicia hace que nos despreocupemos más fácilmente de cómo afecta nuestro comportamiento a los demás.

Recientemente se han publicado los resultados de un estudio en el que, con la idea de arrojar luz sobre estas cuestiones, se hicieron siete experimentos. Dos se realizaron en la calle, y sirvieron para evaluar el grado en que diferentes conductores respetaban normas de circulación[1] cuya vulneración suponía una desconsideración o un riesgo para los demás; el estatus socioeconómico de los conductores lo estimaban utilizando la marca y modelo del automóvil. Los demás experimentos eran de “laboratorio”, y consistían en juegos, representaciones o simulación de diferentes situaciones, en las que los participantes podían adoptar comportamientos más o menos éticos.

Los resultados obtenidos confirmaron que las personas de clase alta tienden a adoptar comportamientos menos éticos. Los conductores de coches más caros tienen un comportamiento menos considerado o respetuoso con las normas de tráfico o con los demás, peatones o conductores. Esos comportamientos parecen ser, además, fruto de la experiencia. Y en parte al menos, la tendencia a actuar de forma no ética o poco ética está motivada por la codicia. Por otro lado, de los experimentos de “laboratorio” se concluyó también que las personas de clase social baja, si son instruidas para valorar y apreciar los beneficios de la codicia, se comportan de forma similar a las de clase alta, lo que indica que unos y otros no se diferencian necesariamente en su capacidad para el comportamiento inmoral, sino en sus tendencias básicas.

Así pues, según esos experimentos, las personas de clase social alta tienden a comportarse de forma poco ética, tanto en condiciones “naturales” como de “laboratorio”. Según los investigadores que realizaron el estudio, sus conclusiones tienen, por su consistencia en diferentes situaciones, un alto grado de fiabilidad, y porque, además, la manipulación experimental del “rango social” relativo de los individuos en alguno de los experimentos, permitió atribuir un origen psicológico a los comportamientos poco éticos observados.

Según la interpretación que hacen los autores de sus resultados, la independencia relativa de las personas pudientes con respecto a los demás y la mayor privacidad en sus profesiones, hacen que tengan menos restricciones y menor percepción del riesgo asociado a la comisión de actos no éticos. Además, es más probable que esos individuos presten menos atención a las consecuencias que tienen sus propias acciones sobre los demás, y que esas acciones estén más condicionadas por el deseo de conseguir los objetivos deseados. Todos esos factores, en conjunto, pueden dar lugar a la aparición de una serie de normas culturales compartidas por las personas de clase alta que facilitan los comportamientos deshonestos. Además, la posesión de bienes abundantes y la escasa dependencia con respecto a los demás moldean tendencias cognitivas enfocadas hacia uno mismo que, en última instancia, conducen a la consideración de la codicia como un rasgo positivo.

No obstante todo lo anterior, lo cierto es que también hay personas de alta clase social que son honradas; es más, conocidos grandes benefactores son personas de alto nivel económico. Y por otro lado, también entre las personas de bajo nivel socio-económico pueden darse con facilidad comportamientos poco éticos, tal y como han puesto de manifiesto investigaciones en las que se ha analizado la relación entre el crimen violento y los núcleos de pobreza. Por todo ello, debe quedar claro que la relación entre clase social y comportamiento ético/no-ético no es de carácter esencial, y seguramente, depende en gran medida de otras circunstancias.

Los autores del trabajo concluyen que si bien es cierto que todas las personas experimentan en sus vidas sentimientos de codicia, esos sentimientos no son igualmente prevalentes en individuos de unos niveles socioeconómicos y de otros. La búsqueda del interés propio sería una motivación más arraigada en la élite socioeconómica y en ella, el deseo de más riqueza y estatus promueve comportamientos poco éticos con más facilidad. Y por esas razones, esos comportamientos pueden configurar una dinámica que se autoperpetúa y que tiende a amplificar aún más las diferencias económicas en la sociedad.

Fuente: P. K. Piff, D. M. Stancato, S. Côté, R. Mendoza-Denton, D. Keltner (2012): “Higher social class predicts increased unethical behavior” Proceedings of the National Academy of Sciences 109 (11): 4086-4091


[1] En cruces en que había que ceder el paso y en pasos de cebras

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