¿Habéis sentido alguna vez que en un minuto, una persona, ha hecho una radiografía de tu persona, de una situación,… y te han diseccionado de arriba abajo, poniéndote de vuelta y media, causando en ti un terremoto interno?
Me explico…
Ana* lleva una temporada complicada, con un gran estrés laboral que se va alargando en el tiempo. La situación en su empresa es complicada, el estrés en su jefe va haciendo mella y a veces, ya demasiadas veces, incluso pierde las formas. Entre los compañeros de trabajo tampoco la cosa está mejor. Habían sido un departamento bien avenido, pero últimamente, “el eso no me corresponde a mi”, las indecisiones a la hora de coger responsabilidades y el pasar la pelota de unos a otros es el pan nuestro de cada día.
En este entorno, Ana, que siempre se ha caracterizado por intentar arrimar el hombro, tiene la sensación de que demasiados asuntos acaban cayendo en su mesa (¡necesitaría días de 48 horas!) y siente que no puede dar respuesta como a ella le gustaría. El estrés empieza a hacer mella también en ella, hace tiempo que no duerme todo lo bien que solía, su carácter se ha agriado, salta con más facilidad, y es consciente que acaba pagándolo con los que tiene más cerca (donde hay confianza…), se siente nerviosa… y un tanto deprimida.
Pues en este contexto, Ana se reunió con una amiga, y entorno a un café, empezó a contarle cómo se sentía, lo angustiada que estaba, … buscando un momento de desahogo en lo que ella pensaba era un “terreno seguro”.
En ese momento, lo que escuchó por parte de la otra persona fue algo como “Ana, es que eres demasiado buena. Siempre acaban aprovechándose de ti, tu jefe piiiiiiiiiiiiiii y tus compañeros piiiiiiiiii y tú, ¡ala!, calladita y acabas comiéndote todos los marrones. Es que siempre haces lo mismo. Porque acuérdate lo que pasó con Rosa* también, que al final acabó aprovechándose de ti, y ni un gracias. Ya te dije yo que no era de fiar… Así que luego no te quejes. Además, no es para tanto, que mi jefe, ese sí que es un horror, porque el otro día piiiiiiiii. Bla, bla, bla, bla…..”
No quiero entrar a valorar si Ana tenía razón o no, si actúa bien o no en su trabajo, con su jefe, con sus compañeros o su marido, ni si hizo la lectura correcta o no de lo que su amiga le dijo. Tampoco si la otra persona tenía razón o no… Pero sí que me gustaría comentar algunas conclusiones que entre Ana y yo hemos sacado como aprendizaje de esta historia:
¿Te gustaría aportar alguna reflexión más?
Por último, te dejo este pequeño fragmento del Indomable Will Hunting, donde precisamente Robin Williams le cuenta a Matt Damon de las consecuencias de sus críticas y juicios de valor. Que lo disfrutéis….
*Ni Ana ni Rosa son nombres reales, pero la situación aunque disfrazada, es real como la vida misma.
Llevo un tiempo con una melodía triste sonando en mi cabeza. No me imposibilita seguir…
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No podría estar más de acuerdo contigo!! Yo también me he siento así muchas veces y tienes razón: la mayoría de ellas, sólo queremos que nos escuchen...
La escucha es realmente sanadora. Solemos ir con orejeras por la vida, y practicamos muy poco la escucha. Cuando, de repente, sentimos que realmente nos escuchan, de verdad, nos sentimos entendidos, nos sentimos reconocidos como personas,... y ese sencillo gesto nos sana, nos aligera la mochila que llevamos encima. Un abrazo Maria!