Un viaje emocional… un libro, aviones y realidades (Parte I)

El inicio de agosto me encontró esperando un avión y leyendo un libro que hacía tiempo sentía la necesidad de leer: “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl. El autor nos habla de su experiencia en los campos de concentración y la capacidad humana de trascender las dificultades mediante la búsqueda de sentido.

Hacía años que lo tenía apuntado en mi lista de pendientes pero este último año había resonado en más de una ocasión (y el contenido en sí), de hecho fue un tema recurrente de distintos ponentes en #FET2015 –la V Conferencia Internacional sobre Felicidad en el Trabajo organizada por Aedipe Galicia.

En este viaje había decidido darme la oportunidad de adentrarme en este relato. Además, sabía que a mi regreso tenía pendiente escribir este post y creía que podría ser un tema interesante para tratar. Lo que no imaginé fueron las conexiones reales que pude establecer, y sigo estableciendo, durante el transcurso de mi viaje y la vuelta al hogar (de hecho, os adelanto que este post tendrá continuidad en una próxima entrega).

No pretendo hacer de éste, el típico relato de comienzo de curso: “Mis vacaciones”, sino situar el contexto que me llevó a sumergirme en este viaje emocional, enlazando y conectando vivencias, sucesos… Es por ello que quiero compartir con vosotros algunos de las reflexiones que durante estos días se han sembrado en micabeza (y que espero, que a pesar de las espinas, puedan dar algunas rosas):

Un avión, una realidad

 “…al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino.”

Al día siguiente llegábamos a destino, donde nos esperaban una parte importante de mi vida… mi familia, mis amigos, la tierra que me vio nacer y crecer.

Hasta el momento no había llegado a finalizar el libro en cuestión, sin embargo parte de su contenido quedó dando vueltas en mi interior.

Debo reconocer que, fuera del calor de mi hogar (mi familia, mis amigos) el ambiente que respirábamos era distinto. No sé si por falta de costumbre después de tantos años sin vivir allí o porque realmente todo había cambiado… o por ambas cosas a la vez, pero todo se veía más gris, más turbio… y lo que es peor, se percibía una sensación de miedo que desembocaba en un estado de desánimo generalizado, desconfianza, desilusión. Podía apreciar, en cierto modo, esa “existencia provisional” (una situación de duración incierta e ilimitada) que señala Frankl en su libro, donde el hombre es incapaz de vislumbrar una luz al final del túnel y tampoco puede orientarse hacia un objetivo o meta concreta.

Sin el horror de las vivencias de los campos de concentración, la situación palpable podría extrapolarse al siguiente párrafo:

“Tales personas, olvidaban que en multitud de ocasiones, son las circunstancias excepcionalmente adversas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. En vez de aceptar las dificultades del campo como una prueba de su entereza humana, juzgaban su situación como un error o un paréntesis del destino, como algo privado de cualquier consistencia existencial. Preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado. Para esas personas se oscurece el sentido de la vida, la vida pierde todo su sentido”.

¿Cómo se había llegado a esta situación? ¿Por qué el desencanto? ¿Con qué actitud afrontar nuestra existencia en una realidad tan caótica? ¿Es posible aportar luz que permita vislumbrar un futuro más amable?

Lamentablemente durante esos días, la situación meteorológica no acompañó y las lluvias se hicieron sentir con fuerza, lo que provocó inundaciones y con ellas las activación de planes de emergencia para los evacuados. Finalmente el sol salió, y pude tomar contacto con una de las tantas ONGs que estaban colaborando con quienes habían sufrido el embate del agua. Era la solidaridad de las personas lo que estaba generando un montón de donativos que permitían ayudar a otras en el regreso a sus hogares.

Las palabras de Frankl volvían a resonar:

“El talante con el que un hombre acepta su ineludible destino y todo el sufrimiento que le acompaña, la forma en que carga con su cruz, le ofrece una singular oportunidad –incluso bajo las circunstancias más adversas- para dotar a su vida de un sentido más profundo. Aún en esas situaciones se les permite conservar su valor, su dignidad, su generosidad.”

 Era la generosidad, la satisfacción que genera la colaboración, la ayuda desinteresada, la que encontraba un sentido a la existencia humana.

Y ante este caos y sufrimiento acontecido por un hecho externo pude comprobar también que las personas pueden encontrar un sentido que trascienda las circunstancias y que abra las puertas al desarrollo y crecimiento de su ser interior.

 “Cuando se acepta a la persona como un ser irrepetible, insustituible, entonces surge en toda su trascendencia la responsabilidad que el hombre asume ante el sentido de su existencia.”

Es curioso cómo la vida va atando cuerdas y tejiendo redes… ¿o es que será mi necesidad de buscar y encontrar conexiones que me permitan entender al mundo y a las personas?

Hoy, 3 de septiembre de 2015 mientras termino de escribir este post, los principales titulares del mundo se hacen eco de la situación que atraviesan miles de personas que buscan refugio, esa luz al final del túnel. ¿Será posible que tanto sufrimiento nos permita vislumbrar el sentido de nuestra existencia?

“Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida (…) en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros. Dejemos de interrogarnos sobre el sentido de la vida, y en cambio, pensemos en que la existencia nos reclama continua e incesantemente. Y respondamos no con palabras, ni con meditaciones, sino con el valor y la conducta recta y adecuada. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno y en cada instante en particular.”

Y ante un septiembre que se presenta tan gris, con tanta bruma, intentemos con nuestras actitudes y nuestros actos sembrar un poco de luz, ser faros que ayuden al navegante a encontrar su destino y a decidir el camino que lo lleve hacia él.

“¿Quién es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas, pero también el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.”

Fuente: FRANKL, Viktor: El hombre en busca de sentido. Editorial Herder (2004)

Adriana Gabriela Racca

Creo en la cooperación, en el poder de las emociones, tengo una visión optimista del mundo (y creo que somos muchos los que pensamos así). Creo también que desde las experiencias, las historias y el juego se puede lograr un mayor impacto. Mediante la generación de ideas que accionan desde el co-razón facilito procesos de desarrollo de personas, equipos y organizaciones.

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