Comunicarse con los hijos: ¿misión imposible?

Recuerdo como si fuera hoy el día que nació Xabi… Todavía en el hospital, en un momento en el que estaba sola y le tenía en brazos, me vino una inquietud muy grande… ¿¿¿Dónde está el libro de instrucciones??? Estuve a punto de preguntarle a la enfermera si con cambiarle, darle de comer y hacerle mimos valía… [A mi madre nunca se me hubiera ocurrido hacerle la pregunta]. Con el tiempo echo cada vez más de menos ese libro de instrucciones… Bueno, más bien voy escribiéndolo poco a poco y sé que apenas vale para él y mucho menos para su hermano Ander…  que es completamente diferente.

En esta etapa añoro cuando eran pequeños y resultaba más fácil conversar con ellos. Bastaba con un abrazo de oso y unas cosquillas para que se les pasaran todos los males. Simples preguntas del tipo “¿cómo te ha ido el día? ¿a qué has jugado? ¿qué has aprendido?” bastaban para que te estuvieran contando cosas un buen rato y con mucha pasión y entusiasmo… Desde que son adolescentes la respuesta a la mayoría de las preguntas son monosílabos o aspavientos… Y cuando es por guasap, después de algunos días de no verles, se hace especialmente duro una respuesta tan escueta (y lo digo yo que soy bastante telegráfica)… Pero se me ha activado la memoria, yo hacía parecido…  Recuerdo un verano en Inglaterra en el que recibí una carta de mi padre con un billete de cien pesetas dentro para que comprara sellos y escribiera a casa… Y seguramente en esa época era todavía más duro porque no había móviles ni internet que te ponen en contacto fácil y rápidamente…

En este periodo de grandes cambios, de rebeldía, de forjarse su propio carácter y criterio es cuando más cerca me gustaría estar, cuando más quisiera que me escucharan y me comentaran… Pero es el momento en el que sus principales puntos de referencia están en los amigos. Como decía en un post anterior “Y qué difícil ver que no siempre usa bien la libertad; que no siempre asume su responsabilidad; que te reta constantemente; que, en definitiva, no actúa como tú crees que debería hacerlo (convicción ganada con un buen número de equivocaciones a tus espaldas…)”. Las palabras de Khalil Gibran resuenan fuertemente en mí… “Sois los arcos con los que vuestros niños, cual flechas vivas, son lanzados”. He puesto la semilla, he sembrado valores, comportamientos, actitudes… ahora toca esperar, cerca pero lejos, que crezcan los frutos… Y algunos asoman fugazmente…

Comunicarme con mis hijos no es siempre fácil, pero no es una misión imposible, es un reto interesante. Estoy convencida de que mis hijos son mi mejor escuela sobre la gestión de las emociones y la comunicación. Ellos me ayudan a ser mejor persona, a esforzarme por crecer y desarrollarme. Me hacen cuestionarme muchas cosas y me han enseñado lo que es la incondicionalidad. Da igual lo que digan o hagan, daría mi vida por ellos… Ser madre (y padre) es lo único que dura toda la vida…

Arantza Echaniz Barrondo

Nací en Bilbao el 7 de julio de 1968. Madre de dos bendiciones: Xabier (1998) y Ander (2000). Doctora en empresariales por la ESTE. Orgullosamente profesora de ética de la Universidad de Deusto. Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor. Firme convencida de que “Querer es poder… Creer es crear”. Una de mis mayores aficiones es ‘bloggera’ (http://echanizbarrondo.blogspot.com.es/).

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  • Es complicado comunicarse con un hijo/a que te rechaza desde hace años, y ya bien pasados los 18, por algo que ni en sueños fue ni es realidad, y que sólo facilita un número de cuenta bancaria para que se le ingrese dinero en pago de esos supuestos errores que cometí, a su juicio. Cortó cualquier tipo de contacto desde hace un año, y los que hubo seis años atrás sólamente fueron mensajes escritos, la mayoría de ellos cargados de reproches y culpabilizaciones, negándose a hablar o a recibir una visita, y mucho menos a hacerla. Sólo me queda ser el arco inmóvil del que habla Gibran, y tener fe en que la flecha describa su trayectoria correctamente. Es lo único que puedo esperar, obviando mi necesidad de afecto por parte de alguien a quien entregué gran parte de mi vida y todo mi amor.

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Arantza Echaniz Barrondo

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