Amigo tito
Escribió un epitafio: Dijeron que se creía difunto
Anoche mi amigo Tito me narró que cuando despertó, no sólo el dinosaurio estaba allí, sino también un montón de ovejas negras, todas las que habían matado sus compañeras blancas, para luego arrepentirse y convertirlas en estatuas a las que rendir homenaje.
Anoche mi amigo Tito me contó que desde allá arriba vio como un rayo cayó dos veces en el mismo árbol, pero luego el rayo le dijo que se deprimió mucho porque había sido innecesario.
Anoche mi amigo Tito me confesó que quería ser Rana, pero una rana auténtica, no como sus personajes que se disfrazan de moscas, perros, jirafas o simples aspirantes a escritores, pero que en realidad no lo son.
Anoche Tito lloró cuando le llamé Augusto y le dije que estaba muerto. Lagrimó primero de incredulidad porque, aseguró, sigue imaginando relatos y los muertos, dice él, no tienen imaginación. Después sollozó de rabia, cuando tuvo la certeza de que sí, de que estaba muerto y porque su vida le había parecido más breve que el más breve y famoso de sus relatos. Lloriqueó luego, de pena por no haberme creído siendo yo su amiga.
Por último, plañó de desasosiego: “en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros…lo único malo es que aquí el cielo no se ve”.
Diez años sin Monterroso, ‘padre’ del microrrelato.
Augusto Monterroso nació en Tegucigalpa en 1921 para quedarse para siempre en el centro de la fábula. Siendo adolescente se trasladó con su familia a Guatemala y después se vio obligado, por motivos políticos (ya que sus fábulas eran consideradas peligrosas porque hacían pensar) a instalarse en México desde 1944 hasta su muerte, en 2003. Sus relatos breves son considerados los primeros microrrelatos.
Escribí este “encuentro” hace unos años y se publicó en la revista literaria NARRADORES el 24 de marzo del 2008. Te ruego que si lo usas, indiques la autora, Llum Saumell, y la fuente. Gracias.
- BCNegra
- A la cama
Dí no, saurio.
Me encanta esa micro fábula de Monterroso:
El espejo que no podía dormir
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.
Bueno.. Hay muchas, pero la de la oveja negra creo que es genial… Y de fábula, nada!
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.