Se levantó de la cama y empezó a notar ya que su familia le esquivaba. Todavía un tanto perplejo por aquel desayuno en tensión, al llegar a la oficina comprobó que todos cuantos se cruzaban con él evitaban saludarle o lo hacían desganados. El mundo entero parecía haberse enfadado con él. ¿Qué había hecho? Tras una jornada de desprecios y ninguneos volvía fumando nervioso en el coche, escarbando en sus últimos meses. Claro, a base de investigar, dio con algunas decisiones desacertadas, con comportamientos atroces e incluso con algunas flagrantes ofensas. Sentía un profundo desprecio por sí mismo. Pero en realidad nada de eso era la clave. Sencillamente había dejado de ser jefe.
Roberto Moso
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