Un buen día empezó a decir que la radio le enviaba constantemente un mensaje. Su familia se sintió muy abatida, sus amigos se preocuparon seriamente, el médico le recetó varias pastillas. Uno de sus hijos insistió en llevarle al psiquiatra. Todos coincidían, “es muy mayor, esa es la razón”. Y sí, él, en eso estaba íntimamente de acuerdo: Era ya lo bastante mayor para saber que todas esas voces enloquecidas se resumían a un solo, desolador mensaje.
Roberto Moso
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