Egipto, dictadura, corrupción, represión, revolución. Cinco palabras que sirven para resumir lo ocurrido en el país de los faraones desde que, en febrero del año pasado, las revueltas populares forzaran la caída del régimen de Hosni Mubarak. Hoy, 16 meses después, el cambio político en Egipto se completa con unas elecciones presidenciales que pueden dar el triunfo a los Hermanos Musulmanes y el paso a segundo plano de unas Fuerzas Armadas que han tutelado y gobernado con mano de hierro el país durante 30 años.
Egipto es, junto a Túnez, el más claro ejemplo de ese fenómeno bautizado como “Primavera Árabe“. Son hechos fáciles de explicar ahora, pero un autor holandés residente en El Cairo, Milan Hulsing, tuvo el mérito de anticipar lo que iba a ocurrir en Egipto.
Buen conocedor de la enorme burocracia del régimen, característica de todas las dictaduras, Salem se inventa una ciudad a la que pone por nombre Khaldiya. La ubica en el delta del Nilo y copia para esta población el esquema habitual del país: una zona de la ciudad moderna, rica y corrupta; y otra sumida en la pobreza y donde la policía no para de encontrar delincuentes, agitadores y peligrosos terroristas. Una actividad incesante de las fuerzas policiales que exige el envío de grandes cantidades de dinero que, por supuesto, termina en el bolsillo de Salem.
Para ubicarse bien en Khaliya, el corrupto funcionario modela una maqueta en barro, cada vez con más detalles. Redacta incesantes informes sobre lo que ocurre en esa ciudad ficticia y, mientras crece la mentira, crece también su locura… Personajes imaginarios pueblan sus sueños, su montaje empieza a hacer aguas y a despertar sospechas entre sus jefes. La situación es cada vez más agobiante. El lector viaja con Salem hasta los umbrales del delirio y hasta el espléndido final, con una simbólica tormenta de arena y un último documento oficial que certifica lo irracional de las dictaduras y lo absurdo de esa metástasis que es la burocracia.
Magnífico cómic, Ciudad de barro, publicado en castellano por Ediciones Sins Entido y que está basado en una novela del escritor egipcio Mohamed El Bisatie, que logró burlar la censura gracias al ambiente onírico de su obra. Buen trabajo también el del dibujante Milan Hulsing, que emplea un color ocre, acorde con el tono de la historia, y cuyo estilo recuerda en muchos momentos al gran maestro Alberto Breccia.
Iñaki Calvo
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