Yo, que viajaba en busca del frío
Para desnudarlo y abrigarme en su tacto,
Que había previsto
Completar un tratado sobre la congelación
Y fundar nuevos puntos cardinales
En nuestro orden,
Yo, que como afirmo,
Viajaba acostado en las tinieblas
Que trazan los trenes en la noche,
Abandoné
Mi viejo mundo de ausencias extremas
Para fundar el templo de tu presencia.
A él está dedicado este libro que es un canto a la paternidad. Un catálogo emocional desde la incertidumbre, pasando por espacios gélidos hasta llegar a la cúspide, es decir, a su hijo de seis años.
Hace mucho frío en este poemario, pero al mismo tiempo hay esperanza y confesiones de amor intempestivas. Desde un tren, desde la habitación impersonal de un hotel.
Y ahora estoy aquí,
A tanta distancia de todo,
A punto de alcanzar el final,
Siento que sólo soy
Un simple detalle del miedo
En medio de una calle nevada.
A medida que iba leyendo el poemario más me parecía que era un álbum de fotos construidas con palabras, donde un hombre intenta explicarle al que será su hijo quién es. Qué es. Por qué está ahí. Para qué. Y hay un poema que podría haber sido un buen titulo para este poemario: Pronto seremos todo, pero el autor ha preferido Hotel Danilovsky, el lugar desde donde esperaba al TODO.
El poemario lo ha publicado la editorial Birmingham.
Goizalde Landabaso
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