Testosterona y cortejo

La testosterona ejerce diversos efectos sobre los hombres, tanto en su fisiología como en su comportamiento. Y buen número de esos efectos tienen relación con la reproducción y el emparejamiento.

La testosterona es una hormona esteroidea que, en los mamíferos, es producida principalmente por los testículos y por los ovarios. En los hombres ejerce efectos anatomicos y fisiológicos muy marcados relacionados con el desarrollo de los caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios. Por ello, además del propio desarrollo del tejido reproductivo y la producción de esperma, también promueve el crecimiento muscular, el óseo y el del vello corporal. Es precisamente su efecto sobre el crecimiento de la masa muscular la razón por la que ha sido utilizada también por deportistas con ese propósito.

En diferentes especies, -principalmente en aves-, la testosterona ejerce un efecto claro sobre el cortejo, y en ratas y ratones se ha observado que influye de manera determinante sobre el apetito sexual. Ese efecto de la hormona sobre el cortejo y, en general, sobre el comportamiento sexual se suele interpretar a la luz de la denominada “hipótesis del desafío”. Según esa hipótesis, los niveles de testosterona suben cuando se experimentan desafíos que son relevantes para la reproducción, de manera que esa subida sirve para preparar el organismo para facilitar el emparejamiento. Y dependiendo de la especie, el desafío puede ser diferente. En la especie humana, puede consistir en disputas relativas al estatus social o, directamente, en reacciones a estímulos de emparejamiento.

Recientemente se han publicado los resultados de un experimento en el que se ha observado que los hombres que experimentan una mayor elevación en el nivel de testosterona tras una competición (no violenta) con otros hombres, muestran a continuación un comportamiento de cortejo más conspicuo al encontrarse y entablar relación con mujeres desconocidas. Ese comportamiento característico del cortejo consiste en actitudes tales como prestar atención a la mujer con la que se encuentra, mostrar interés por ella, hacerle preguntas, mostrarse especialmente comunicativo, hablarle sobre sí mismo, revelarle detalles acerca de uno mismo, sonreirle a menudo y establecer frecuente contacto visual. En la literatura especializada se denomina “comportamiento afiliativo” a esas actitudes; en la calle, cuando alguien se comporta de ese modo, decimos que quiere ligar.

Según los autores de la investigación, sus resultados son consistentes con la hipótesis del desafío antes mencionada. De acuerdo con su interpretación, es posible que los hombres que experimentaron una mayor subida de testosterona durante la competición con otros hombres percibieran que habían sido objeto de un desafío. Y de haber sido así, la elevación de los niveles de la hormona esteroidea no solo les preparó para competir con otros hombres (en el desafío), sino que pudo haber tenido un efecto preparatorio más amplio, abarcando a las actitudes características del comportamiento de cortejo.

Aunque tampoco cabría descartar que en vez de un efecto directo de la testosterona sobre el cortejo, lo que verdaderamente ocurra es que los hombres que perciben la competición como un desafío sean, además, más proclives a desplegar ese comportamiento “afiliativo” con las mujeres. En otras palabras, aquellos hombres que son fisiológicamente más sensibles a los desafíos a su estatus podrían ser los que se dedican con mayor frecuencia a cortejar a las mujeres. Siguiendo ese razonamiento, es posible que la intensidad de su respuesta a los desafíos relevantes para su éxito reproductivo sea la que, en última instancia, les conduce a desplegar ese comportamiento de cortejo.

Sería interesante aclarar esa cuestión, porque las implicaciones de una u otra interpretación son diferentes. No es lo mismo que el cortejo se desarrolle con más facilidad en respuesta al efecto de la testosterona (1ª posibilidad) o que se produzca una confluencia de determinados rasgos, -la percepción del desafío al estatus social y propensión a ligar-, en los mismos individuos (2ª posibilidad). Lo malo es que quizás solo pueda discernirse suministrando testosterona directamente a sujetos experimentales, y no sé si esos sujetos iban a estar muy de acuerdo.

Nota: de la testosterona y cómo se ve afectada por la paternidad, me ocupé aquí hace unos meses y las conclusiones de aquel estudio tienen relación con este.

Fuente: Leander van der Meij, Mercedes Almela, Abraham P. Buunk, Tim W. Fawcett and Alicia Salvador (2012): “Men with elevated testosterone levels show more affiliative behaviours during interactions with women” Proceedings of the Royal Society B 279: 202-208 (doi: 10.1098/rspb.2011.0764)

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