Las emociones, por lo tanto, influyen en la memoria, tanto en la fijación de aprendizajes como en la, digamos, emisión o puesta en práctica de lo aprendido. Sabemos que emociones como el miedo o el enfado, y los sentimientos asociados, modifican nuestra atención estrechándola, limitándola, y por tanto, la energía “focalizadora” de nuestra percepción la limita a aspectos concretos y muy básicos de dicha información con una relación geométrica, a mayor miedo o enfado, mayor focalización y fragmentación. De modo que la preocupación, el nerviosismo, la incertidumbre o la irritación también estrecharán nuestra atención y capacidad de asociación entre los elementos de la realidad ante la que sentimos esto, y otras informaciones relevantes, propias o del entorno.
Somos limitados, limitadas, eso es un hecho, y esta variación en nuestra atención es una muestra de ello, sin embargo, más que entenderlo como un “déficit”, podemos observar este fenómeno como una regulación de los recursos mentales en un momento dado. La atención focalizada en las situaciones en las que sentimos miedo o enfado, limitará una visión más global, periférica, más holística o integrada, sin embargo, nos asegurará la fijación de los aspectos que tengan que ver con nuestra supervivencia, sin pedirnos permiso, o dicho de otro modo, sin que podamos pensar demasiado en ello. No solamente hablo de cuando tuvimos que enfrentarnos a aquél perro que nos atacó un día y del que solo recordamos sus dientes (ni el color, ni la raza, por ejemplo), sino de algo más sofisticado, de la memoria implícita. Más allá de los detalles, de las características descriptibles de una situación o una persona, a veces, esa atención mediada por la emoción, hace que grabemos procedimientos. Por ejemplo, todos podemos recordar una relación de la que podríamos decir algo así como “sólo pensar en esa persona me genera una sensación de rechazo” y quizá no podríamos despiezar en recuerdo en eventos concretos que salieron mal, sino que en sí, esa sensación, es el recuerdo. Y, teniendo en cuenta la esencia primitiva de nuestro sistema emocional, quizá no haya nada más importante en una relación en la que sentimos miedo o enfado de forma sistemática que recordar cómo afrontarla, recordar el procedimiento de la emoción, y revivir en la actualidad esa perturbación fisiológica que nos predispone a una respuesta organizada (basada en la que funcionó en el pasado). En estas ocasiones la emoción, más que las imágenes o los vídeos mentales, es en sí el recuerdo más relevante.
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Muy bueno yj oportuno Igor, sobre todo lo referido a la atención... como siempre gracias!!
Para los amigos del otro lado del Atlántico, decirles que "En Babia" es una expresión usada en España que hace referencia a estar despistado, despistada, o con la mente en cosas menos tangibles. Babia también es una apartada y bella región española donde se retiraban los reyes católicos en el siglo XV.