Este libro parte de una gran idea: recoger las experiencias de cuarenta personas anónimas que vivieron en los tiempos de la Primera Guerra Mundial y padecieron sus consecuencias y trazar con ellas un gran fresco que represente la vida en las trincheras, en la retaguardia y en los salones. Los escenarios abarcan todas las posibilidades porque no solo se reflejan las acciones en el escenario europeo, sino que aparecen también las que vivieron algunos de los protagonistas en África y Asia. La estructura del libro está compuesta por breves capítulos, doscientos veintisiete en concreto, que van avanzando en orden cronológico ordenados en bloques anuales que incluyen también algunas fotografías y un listado de los hechos mas importantes del año representado. Peter Englund es el secretario de la academia sueca y parece que conoce muy bien su trabajo. Ha ordenado correctamente los hechos, ha recopilado las cartas y diarios que dejaron escritos estos personajes, ha rellenado los vacíos con pulcritud, ha añadido notas reveladoras que sirven de complemento explicativo histórico a los textos que tienen la misión de reflejar estas vidas en su pequeñez estratégica y su gigantesca individualidad. Pero a pesar de todas sus virtudes este libro tiene un problema que se refleja en su propio título: en la batalla no hay belleza, aunque podamos encontrarla en alguna de sus representaciones. En la batalla hay ruido, caos, suciedad, sangre, pestilencia, desesperación, muerte. Y dolor, naturalmente, la otra parte del título de este libro. Quizá el problema estriba en utilizar las vidas de personas que escribieron textos sobre el conflicto, en definitiva gente ilustrada que quizá creían que tenían que dar una visión elevada de las cosas o no asustar demasiado a los parientes a los que escribían cartas. E incluso en los momentos de mayor tragedia daban a sus escritos un aire poético. El autor, quizá influenciado por sus palabras ha optado por una escritura semejante y nos ha narrado la versión Cuéntame de la Primera Guerra Mundial. Todo mas o menos cierto, todo mas o menos elevado, todo mas o menos aséptico. No se equivoquen, el libro es apasionante, pero le falta la parte en la que se refleja la brutalidad que se le supone a la guerra. Hay crítica, hay rigor, pero este libro está muy lejos la brutalidad de la película Senderos de gloria de Stanley Kubrick, donde el horror de la guerra contra el enemigo se ve incrementado por la insensatez de los dirigentes propios y sus consecuencias mortales. El tono lírico impregna también la reflexión: uno de los protagonistas narra en una carta su encuentro con un coche en una ciudad, ve a sus dos ocupantes, aprecia en ellos algo que los convierte en amantes, la visión mas positiva que puede encontrar. Es la misma pulsión del resto del texto, el mismo análisis de las interpretaciones. Lo que aquí se cuenta es hermoso, arrebatado, sublime (este es un término que se utiliza en alguna ocasión para reflejar el ambiente de un embarque de tropas) pero seguramente no es toda la realidad de la guerra. La edición es muy bonita, es un libro muy atractivo, muy propio para un regalo y, seguramente, su contenido también es muy apropiado para ese tipo de utilidad y, también, muy adecuado a los tiempos que corren, en los que la historia se pasaporta algo edulcorada porque resulta difícil aceptar la dureza de lo realmente sucedido. Pero, en todo caso, puede ser una aproximación a una guerra oscurecida por el tiempo y que revive ahora en La belleza y el dolor de la batalla (Roca).
Félix Linares
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