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Anjel Lertxundi y la ceniza de los incendios vascos

Meses después de que le fuera concedido el Premio Nacional de Ensayo, Anjel Lertxundi regresa a las librerías con Etxeko hautsa, una novela publicada también en castellano bajo el título Los trapos sucios. En ella, el escritor de Orio repasa la historia reciente de Euskadi, desde el tardofranquismo a la década de los 90. El texto que desgrana el lector responde a la necesidad de un hijo, el narrador, de comunicarse con su padre, que padece una enfermedad mental degenerativa. “Quiero hablarte de mí –dice- . Mejor dicho, de las cosas que nunca has sabido de mí. Creo que te debo muchas explicaciones, he ahí la razón. No lo hago por castigarme a mí mismo. Ni tampoco por justificarme”. Y aunque el padre ya no pueda atender a lo que el hijo le lee, el narrador siente que de esa manera salda viejas deudas, adquiridas, sobre todo, consigo mismo. Necesita confesarse. “Tu alejamiento –afirma el narrador- no me produce enojo sino ternura. Una ternura de día en día más triste, afligida, pero que me hace sentirme más próximo a ti a medida que te vas alejando”. Esta observación emocionada es la previsible en un hijo que ve cómo su padre va convirtiéndose en un ausente; sin embargo, cobra un significado especial después de conocer la complicada relación que ambos mantuvieron. El narrador, inducido por una mujer a quien nunca se nombra, ayuda a escapar a dos miembros de ETA; el padre, adepto al Régimen, llega a recibir una carta de extorsión. Como vemos, el conflicto paterno filial es notorio.

Etxeko hautsa tiene, además singularidades narratológicas. El protagonista, autor del texto en esta ficción, aclara que lo que escribe no es una novela; una declaración de principios que Lertxundi no contraviene, con lo que nos encontramos ante un narrador que traslada sus dudas al escribir o que explica en qué momento se le ha ocurrido determinada digresión o que confiesa que había pensado poner el punto y final en algún momento previo al que finalmente escogió. Además, la estructura crea el efecto de un juego de perspectivas que sorprenderá al lector.

Respecto al estilo, resulta encomiable la capacidad del autor de Eskarmentuaren paperak de crear una voz coherente. Si bien la forma de expresión del narrador no es la suya, consigue naturalizarla y dotarla de gran vivacidad, algo imprescindible para lograr que Etxeko hautsa sea una novela que testimonie de forma verosímil y emocionante las vivencias de una generación con sus grandezas y sus miserias.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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