“En las últimas tres décadas, los economistas han desempeñado un papel importante en la creación de las condiciones para la crisis de 2008, aportando justificaciones teóricas para la desregulación financiera y la búsqueda desaforada de beneficios a corto plazo. En términos más generales, han formulado teorías que justificaban las políticas que han generado un crecimiento más lento, una mayor desigualdad, unos puestos de trabajo menos seguros y unas crisis financieras más frecuentes, que hace tres décadas que persiguen al mundo. Encima, han presionado a favor de políticas que debilitaban la perspectiva de crecimiento a largo plazo en los países en vías de desarrollo. En los países ricos, estos economistas han animado a sobrestimar el poder de las nuevas tecnologías, han desestabilizado cada vez más la vida de los ciudadanos, les han hecho ignorar la pérdida del control nacional de su economía y han infundido complacencia ante la desindustrialización. Por si fuera poco, han aportado argumentos que insisten en que todo lo que a mucha gente le parece cuestionable dentro de la economía mundial es absolutamente inevitable, habida cuenta de la naturaleza humana (egoísta y racional) y de la necesidad de recompensar a las personas en función de sus aportaciones productivas. Las ciencias económicas, en las últimas décadas, han perjudicado claramente a la mayoría de las personas”
Los títulos de sus 23 “cosas” son impactantes y reveladores: “Los mercados no son libres”, “las empresas no se han de gestionar en beneficio de sus dueños”, “en los países ricos, la mayoría de la gente cobra demasiado”, “la lavadora ha cambiado más el mundo que internet”, “el capital tiene patria”, “no vivimos en una era postindustrial”, “Estados Unidos no tiene el nivel de vida más alto del mundo”, “África no está condenada al subdesarrollo”… y así hasta 23.
Cada uno de estos enunciados, digamos “anticapitalistas”, es desarrollado de forma clara y amena para que veamos que las cosas no son como se nos cuentan, ni deben ser así, sino que responden a intereses a corto plazo de una clase financiera miope.
Una obra que hace disfrutar mucho al tiempo que nos infunde esperanza, que nos hace ver que las cosas no tienen que ser tan horribles como nos quieren hacer creer.
Jokin Aldazabal
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