Les confesaré que me ha gustado tanto Kristalezko begi bat que me resulta complicado reseñarlo, parece raro pero así es. Las lecturas extraordinarias suelen enmudecernos temporalmente. Pero me repondré a este proceso para explicarles que estamos ante un libro que tiene algo de dietario nutrido por el reflejo de la propia autora. Por el reflejo, insisto. No podemos adscribirlo al género autobiográfico porque, como la propia Meabe advierte, aunque el personaje es ella misma no lo es del todo. Estaríamos, más bien, ante una autoimitación. Estos ejercicios literarios entroncan con una manera de contar muy actual en la que se da relevancia a las obsesiones o neurosis propias: piensen en Roth, en Irving, en Auster…
Kristalezko begi bat transcurre prácticamente en su totalidad durante los meses de septiembre a noviembre de 2011. Se trata de una temporada que la autora-personaje pasó en Las Landas, en una casa prestada a la que acudió para tratar de restañar la herida profunda que le provocó una ruptura amorosa. Hasta allí llegó también con un propósito literario: escribir al menos una página diaria de este texto que ahora nos ocupa. La narración es poco autocompasiva y traslada dolor pero anuncia un nuevo orden vital, vinculado al deseo de ser la única dueña de su presente y de su futuro.
El ojo de cristal que da título al libro tiene, como señala Meabe, una dimensión real, autobiográfica, y otra metafórica. De hecho, podríamos interpretar este libro como la extirpación de algo dañino y la posterior generación de una prótesis con la que seguir adelante. Quiero resaltar que la autora vuelve una y otra vez sobre el tema del ojo de cristal y que todas esas aproximaciones, médicas, históricas, literarias, íntimas resultan interesantes. Aparecen también otros temas explorados con anterioridad por Miren Agur Meabe como la memoria, la temprana pérdida de su madre, o la sexualidad. Y no ya por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta, es innegable la perspectiva de género. Está claro que es una mujer quien desnuda su alma en este relato.
Como hemos dicho, la escritura de este texto está influida por motivaciones personales, íntimas, terapéuticas, como prefieran. Pero no crean por ello que el libro no tiene interés formal o estilístico. Es justo lo contrario: Kristalezko begi bat tiene un ritmo magnífico, un lenguaje extraordinario, muy cuidado, y una belleza conceptual, un juego de ideas y elementos, que lo sitúan a veces muy cerca de la prosa poética y lo emparentan con el potente universo propio que la lekeitiarra ya nos había mostrado en sus poemas.
Txani Rodríguez
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Me ha gustado tu crítica.