“Hay un momento en la vida del escritor en que, cansado o desengañado, se siente recio para la creación y vuelve la vista a sus recuerdos, que le brindan el argumento de una novela vivida en colaboración con sus contemporáneos.
Créese entonces obligado a recoger esos recuerdos, que ya con el tiempo han adquirido valor histórico, para incorporarlos a eso que llaman hoy la pequeña historia, y que es complemento de la grande, en la que no caben ciertos detalles menudos, que son, sin embargo reveladores de la intimidad sobre la que los grandes hechos afloran…”
Pero eso, su dedicación exclusiva a la traducción, ocurrió después de la época reflejada en estas memorias, que abarcan cuatro décadas, desde fines del siglo XIX hasta comienzos de la guerra civil, cuando el autor tenía 54 años. En ese amplio período, Cansinos trabaja como periodista y hace sus pinitos como poeta y novelista. Pero será apreciado sobre todo como crítico literario, el más respetado por los autores jóvenes, Borges entre ellos, que encontraron siempre en él un estímulo y un apoyo a sus ansias de renovación. Compañero de generación de los modernistas, en su juventud es decidido partidario de la nueva poesía representada por Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Paco Villaespesa. Tras la primera guerra mundial, desde la tertulia del café Colonial, que Cansinos presidió durante décadas, ayudó a introducir las vanguardias animando a los poetas ultraístas y creando, incluso, el nombre del movimiento: “ultra”, que en griego significa más allá, y hubiera podido ser el lema de su vida. Con estos jóvenes escritores compartió Cansinos ilusiones y confidencias en el marco de la pujante vida nocturna de comienzos de siglo XX, cuando los cafés abrían toda la noche y las tertulias concluían al amanecer.
Pero no solo poetas o escritores, sino también periodistas, editores, impresores, artistas, e incluso mecenas, circulan por estas monumentales y amenísimas memorias. Cansinos desarrolla un gran talento para describirlos en breves trazos, muy gráficos, con una ironía nunca demasiado punzante, y su estupenda memoria refleja con precisión diálogos y expresiones estereotipadas. A este respecto, son inolvidables las semblanzas de la bohemia madrileña, nutrida sobre todo por escritores venidos de la periferia, entre ellos también vascos. Los retratos que hizo Cansinos de algunos de estos bohemios, desgarrados y excéntricos, han servido como fuente de inspiración para Juan Manuel de Prada y otros autores actuales.
La novela de un literato, que pueden encontrar en Alianza Editorial, es en suma, un documento indispensable para conocer una época desbordante de cambios sociales y artísticos, de la que Cansinos Assens fue un testigo privilegiado.
Javier Aspiazu
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