Apirila, la cuarta novela del escritor de Azkoitia, Iñigo Aranbarri, que también ha publicado ensayo, poesía y compendios de artículos y crónicas tiene un protagonista muy concreto. Se trata de Esteban Alberdi, un hombre de mediana edad, del Urola, en paro, padre de gemelos, separado de su mujer, Teresa, quien le dijo al abandonarle que no quería vivir con un hombre sin ilusiones. Esteban vive en la casa que quedó vacía a la muerte de su madre y subsiste con el dinero que ha recibido en herencia. Su móvil solo puede recibir llamadas y para ahorrar en calefacción acude a la biblioteca. Un día, por casualidad, lee la triste historia del griego Nikkos Kokkinias, una víctima de la situación económica actual, la víctima de lo que en un pasaje de la novela se denomina asesinato social. Esteban se pregunta en qué momento ese igual suyo griego perdió el respaldo, la protección de quienes le rodeaban y esa cuestión le desasosiega. Pero la historia da un giro cuando el personaje principal recibe un golpe en la cabeza que le sume en un extraño letargo, en un sueño raro, profundo, por el que parece conducirse despierto. Y será entonces cuando Apirila nos conduzca al Azkoitia del siglo XVIII.
Para recrear esa época, es notorio el trabajo de documentación que ha realizado Iñigo Aranbarri, que ha recuperado los nombres reales de algunos de los protagonistas de la revuelta. Aparecen también otros personajes más conocidos, como el Conde de Peñaflorida, creador de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Este conde fue también músico y Esteban tendrá oportunidad de escuchar la representación de algunas de sus partituras. Pero además de todo esto, Aranbarri reconstruye los usos y costumbres de la época. Así, nos sorprenden las antiguas funciones del barbero, el empleo de las sanguijuelas, las formas populares de reunión, los detalles sobre la gastronomía o el programa de las fiestas de aquel entonces.
Aranbarri, para tejer esta novela que cabalga entre el presente y el pasado, ha tenido que superar escollos que se desprendían del planteamiento mismo de la historia. Y lo cierto es que el lector, vencido cierto estupor inicial, entrará en la lógica interna de esta narración que nos hace reflexionar sobre el carácter obstinado de la historia. En Apirila las crisis económicas marcan a los personajes y resulta inevitable reflexionar sobre cuánto se parecía el Esteban del siglo XVIII al actual o sobre los puntos que tienen en común aquella sociedad y la nuestra.
Txani Rodríguez
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