“Por en medio del llano, en la oscuridad profundísima de una noche sin estrellas, un hombre completamente solo seguía a pie la carretera de Marchiennes a Montsou; un trayecto de diez kilómetros, a través de los campos de remolachas en que abundan aquellas regiones. Tan densa era la oscuridad, que no podía ver el suelo que pisaba, y no sentía, por lo tanto, la sensación del inmenso horizonte sino por los silbidos del viento de marzo, ráfagas inmensas que llegaban, como si cruzaran el mar, heladas de haber barrido leguas y leguas de tierra desprovistas de toda vegetación”.
Germinal es el mayor fresco sobre la vida en una comunidad minera que se escribió en el siglo XIX y una de las descripciones más fidedignas del desarrollo de una huelga llevado hasta sus últimas consecuencias. La acción se sitúa en torno a 1860. Etienne Lantier es un maquinista de ferrocarril desempleado que encuentra trabajo en las minas de carbón del Montsou, sometidas a una feroz explotación. Es acogido por la familia Maheu, por cuya hija Catherine empieza a sentir especial interés. Destaca también en el entorno minero la figura del anarquista ruso Suvarin, que ha visto morir a su mujer en la represión, y predica su credo político, más radical que el del socialista Etienne. La compañía minera entra en crisis en el ambiente especulativo del 2º Imperio, y rebaja los jornales: Etienne, entonces, comanda una larguísima huelga, en la que llega a estar mal visto por muchos mineros debido a su firmeza. Derrotada la huelga con el empleo de la fuerza, Suvarin sabotea el principal pozo dejando entre los atrapados en la mina a Etienne que había vuelto al trabajo por seguir a Catherine, a quien encuentra entre los túneles que empiezan a inundarse… Y hasta ahí les puedo contar para no destripar toda la intriga que sabe crear Zola en torno al destino de sus principales personajes.
Escrita con la crudeza y el detallismo característicos del autor, Germinal no cesa de progresar dramáticamente hasta su apocalíptico final. La novela expresa no solo las aspiraciones del proletariado en el segundo tercio del siglo XIX, momento de la creación de la 1ª Internacional, sino también las contradicciones que comenzaban a surgir ya en el seno del movimiento obrero. Frente a los reformistas y socialistas moderados encontramos a radicales como Suvarin que apuestan por la acción directa, aunque ésta provoque víctimas inocentes. Y dentro del movimiento socialista, personajes tan coherentes y decididos como Etienne contrastan con los tibios dirigentes del sindicato, asentados en sus puestos y más proclives a plegarse a la patronal que a continuar la huelga.
Pero por encima de todas sus críticas a opresores y oprimidos, Germinal es un impresionante canto a la unión en la lucha por hacer realidad derechos que hoy vuelven a estar en peligro.
La gran ventaja de los clásicos es que nunca pasan de moda: la prueba es Germinal de Emile Zola, casi tan actual en nuestra época como en el momento de su publicación.
Javier Aspiazu
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